07 mayo, 2013

Fórmulas mágicas


Este año se corrió el rumor que la Feria del Libro cambiaba de sede, y como señal de protesta y resistencia al cambio tuve ganas de amotinarme en la puerta de la Rural, en ese atolladero de colectivos, de mezcla de aromas de rumiantes provenientes del mismo predio en cuestión y del venido abajo Zoológico de Buenos Aires. Todo con tal de defender esos pasillos que recorro año tras año, guía en mano resaltada en amarillo fluo, yendo de la sala Victoria Ocampo a la Jorge Luis Borges. En esas salas me senté a escuchar al cuate Villoro, circulé copa en mano con un Salinger de regalo bajo el brazo, Caparrós estampó su firma en mi libro mientras mi amiga fotografió ese momento de éxtasis.
En la Rural también descubrí a Spregelburd, seguí a la "joven guardia" de la literatura argentina, canté con Sergio Pángaro y asistí a ciclos de confesionarios de Pedro Mairal y Romina Paula.  
Hoy me voy de feria, a hurgar entre clásicos, novedades y seguramente - como dice una amiga - alguno se me "quedará pegado", buscando un lugar en mi mesita de luz.
Un cambio de sede no es compatible. "Tecnópolis" y los libros no son compatibles. Es más: yo no soy compatible con Tecnópolis y lo que significa y por una cuestión de convicción no podría volver a pisar más la Feria.
Por eso, hay cosas más importantes en las que pensar. No cambiemos fórmulas que funcionan.
El asado y el vino van juntos.
La Feria del Libro y la Rural también.

4 comentarios:

  1. Cambiar de lugar la feria es como prohibir el stand de fernet branca. Va contra la naturaleza del evento...

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    1. Llegasteeee!!!!!!!!!! Bienvenida!!!
      Se te extrañaba!!!
      Arreglemos y te venís a cenar a casa!

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  2. Gracias! ya estoy en la Argentina y, como verás, poniéndome al día leyéndote desde el trabajo. Nos vemos cuando quieras!

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