31 octubre, 2016

Resumen Octubre: Todos los posteos todos


Vecinitos!

El fin del mes 10 coincide con Noche de Brujas. Como podrán ver debajo, en el barrio vestimos la mesa para la ocasión, y también aprovechamos para dejarles el resumen del mes.
Octubre fue largo, pero productivo.
Si se perdieron algún post o les gustó mucho alguno de ellos, ésta es la oportunidad para pasar y revisitarlos:

Si quieren conocer el libro, el disco y la serie de la primavera más inestable, pasen por ACÁ

Si son de los míos y aman a los libros y extrañan fuerte a Ted Mosby de How I met your mother, los invito a pasar por ACÁ

Si quieren jugar a ser Robinson Crusoe y llorar por una pelota de voley, la isla es por ACÁ

Si quieren leer una excelente novela vayan ACÁ

El barrio estuvo de cumpleaños y lo festejamos ACÁ. (No insistan, no queda más brownie).

Este mes confesé ACÁ mi amor por Jesse Eisenberg y por la última película de Woody Allen.

Y finalmente, Jalogüin trajo un estreno serial imperdible. Pueden ver un adelanto ACÁ.


Como siempre, gracias por seguir del otro lado.
Feliz fin de mes!


28 octubre, 2016

Espejito siniestro


¿Quién dijo que Jalogüín sólo incluye a brujas, vampiros, calabazas y fantasmas?
Si quieren pasar una auténtica noche de miedo anímense a ver Black Mirror, la serie que mejor expone nuestra relación con la tecnología y las redes sociales. 
Esta tercer temporada incluye 6 episodios, como siempre, autoconclusivos que pueden mirarse de manera independiente. 
Hasta donde vio esta vecinita hay una historia ochentosa, un caso de ciber-acoso espeluznante, una historia de terror psicológico, araña incluida. Los felicito si pueden dormir después de verlo. Y también hay un episodio con un casamiento, que nada tiene que ver con los casorios cinéfilos sobre los que escribe esta vecinita. 

Y hasta acá llegué. Me reservo dos para Jalogüín.
Sean valientes: vean Black Mirror.
Es terroríficamente increíble.
(Ampliaremos en balance serial)

25 octubre, 2016

Dulce y melancólica

Intentemos responder la siguiente pregunta:

¿Cuál es la mejor película del año?

¿Es la que llevó más espectadores? ¿Es la que despilfarró millones en efectos especiales? ¿Es la que tiene detrás una infernal campaña de marketing? ¿Es la que tiene un cast lleno de estrellas? ¿Es la que cosechó un buen número de estatuillas doradas? ¿Es la que tiene detrás el ojo de un gran director? ¿Es la que tiene los mejores escenarios naturales o es la que se filmó en los climas más adversos? ¿Es la de bajo presupuesto? ¿Es la que sólo se presenta en festivales de cine independiente?  

Lo cierto es que ninguna de estas preguntas responde a la original. En realidad, algunas sí responden pero no es a lo que apunto. El tema es más simple.
La mejor película del año es la que nos enamora, la que nos hace reír y también llorar. Es la que durante una hora y media nos tiene el corazón inflado como un globo. Por momentos parece que nos falta el aire y entonces nos sentimos suspirar. Más de una vez. En esa hora y media perdimos la cuenta de los suspiros. Si alguien pudiera grabarnos en ese momento, en la oscuridad de la sala, nos diría que sí, que estamos enamorados. No vemos defecto alguno. Todo es perfecto. Queremos que nunca se acabe esa sensación. No escuchamos el ruido ambiente ni la gente alrededor. Vivimos en esa especie de burbuja ideal.

Todo eso me pasó cuando vi Café Society de Woody Allen: la mejor película del año.


En Cafe Society, Woody Allen vuelve al romance de los años 30, a las estrellas de Hollywood, a los chistes de judíos, a la mafia, a la muerte, a la industria del cine y a su amor por NY.

Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) vive en el Bronx. Trabaja con su padre en el negocio familiar. Necesita un cambio en su vida sin emoción y es su madre quien va a ayudarlo cuando decida volver a contactar a su hermano Phil (Steve Carrell), quien vive en Hollywood rodeado de glamour y estrellas de cine que representa. A regañadientes, Phil le hace el favor a su hermana y le hace un lugar a Bobby en su compañía como chico de los mandados. No sólo se preocupa por mantenerlo ocupado con trámites y entregas, también le encarga a su asistente Verónica (Kristen Stewart) que en sus ratos libres le haga las veces de guía turística a su sobrino. Entre city tours, escapadas al cine y eventos sociales en los que Bobby empieza a participar, el protagonista se enamora de Verónica, aún cuando ella acuse en su haber un novio periodista.

Cafe Society se sacó todos los números para convertirse en el tiempo en un post de 10 buenas razones para ver. Y lo será. Sin embargo, prefiero que añeje como un buen whisky, que repose, se asiente y entonces recién volver a ella, redisfrutarla, repasar mil veces cada detalle precioso hasta saberlo de memoria, porque eso es lo que pasa con cada una de las películas que integran dicha sección. Y Cafe Society es digna de ese nivel de minuciosidad.

Woody Allen no sólo narra el romance entre Bobby y Verónica, sino todas las peripecias de la familia Dorfman que, entre otras cosas, incluye un hermano gangster y una hermana casada con el intelectual de la familia. Cafe Society será el lugar de moda que Bobby terminará regenteando gracias a su hermano y que Allen utiliza para establecer su mirada cínica del mundo. El circo incluye políticos y gangsters, señoras miserables con título nobiliario, maridos con sus amantes, modelos y amigos por conveniencia.

Si bien está muy bien el telón de fondo, este post apunta al romance y por eso se hace imprescindible hablar de ellos dos. Primero, sepan disculpar, mi debilidad: Eisenberg.


Debo ser imparcial pero Jesse Eisenberg no me deja. Cada vez que interviene, mi objetividad se va al tacho. El chico que supo ser un mago canchero en la saga Nada es lo que parece, que fue Zuckerberg en ese peliculón llamado Red Social, que mató zombies con Emma Stone, otra amiga de la casa, en Zombieland vuelve a trabajar con Allen. Tuvo mala suerte en su primer trabajo con el director porque le tocó una participación en la olvidable A Roma con amor. Por suerte, tuvo su revancha. No hay nada que no pueda enamorarnos de Eisenberg. SIEMPRE me enamoro de él. En Cafe Society  es su hambre de progreso, sus ganas de salir de su zona de confort, hasta cuando le toca cadetear está contento como chico en una juguetería. Bobby es un soñador, un romántico, es el que apuesta y se juega el todo por el todo aunque después las cosas no salgan como se imagina.
No es alto ni carilindo. No tiene lomazo y habla mil palabras en un segundo, pero así y todo la vecinita hace público su amor por el muchacho en cuestión y no descarta en un futuro un post tierno y merecido de Todas aman a Jesse Eisenberg.



Voy a ser breve porque Kristen Stewart no es santa de devoción del barrio pero la mano de un buen director todo lo puede y hace milagros. Si bien lleva varias películas en su haber, Stewart escaló posiciones con la saga Crepúsculo. Si tuvieron un ataque teen y vieron la saga del vampiro, olvídense de todo lo visto. La química con Jesse Eisenberg y ese punto de etérea fascinación que supo transmitir Stewart en Café Society hacen que nos olvidemos de colmillos y hombres lobo. Junto a Eisenberg conforman una pareja inolvidable que hace honor al romance de la década del 30. Kristen by Allen resulta ser una buena actriz y sí, no podemos evitarlo: amamos sus vestiditos de época!

Cafe Society se merecía un lugar propio en el blog por ser una de las comedia románticas más melancólicas de Woody Allen, y porque si bien aún quedan 3 estrenos 2016 que se robarán mi corazón y próximamente tendrán su post, no hay nada mejor que ver un romance de época, una tarde lluviosa de semana y salir con el corazón lleno de amor.

Ah! Les mando un besito a todos aquellos que les encanta decir año a año que Woody ya no tiene nada nuevo que contar. El post va para ustedes.
Con cariño.

23 octubre, 2016

9 años

Hace 9 años estamos juntos y enamorados.
La gente se alegra de nuestro amor, nos felicita, nos pregunta cuál es la receta secreta, cómo sigue la historia, qué vendrá, qué pasará. Quieren saber todo y no entienden que no hay una receta mágica, sólo ganas, amor, compañerismo y respeto.  
Las luces se apagan y todos cantan el feliz cumpleaños. A lo lejos vemos llegar la torta con velita prendida incluida. Nos sacan fotos con los celulares y cuando terminan de cantar nos dicen que no nos olvidemos de pedir los 3 deseos.
Ya sabemos qué pedir. Soplamos con fuerza y todos aplauden. La música sigue y los invitados comen y charlan. Hay besos, abrazos y risas. 
La fiesta termina.
Nos quedamos él y yo.
Pensamos en estos 9 años juntos.
No sabemos ni podemos controlar todo, pero sí sabemos que tenemos gente incondicional al lado. Es la misma que se alegra de nuestro amor, la que nos pregunta, la que se emociona, la que nos dice que tal o cual cosa es un buen tema a tratar. Es la misma gente que nos escribe, nos comenta, se alegra y también se amarga con nosotros. Nos da ánimo y nos espera.

Hoy, 23 de Octubre, el barrio está de cumpleaños. El vecinito de enfrente cumple 9 años.
En estos 9 años dijeron cosas hermosas, por ejemplo, que este espacio tenía un color propio, una voz, una impronta auténtica, fresca, femenina. Dijeron que gracias a un post de Hugh Grant o a una canción de Bob Dylan les había levantado el ánimo. También escribieron para decirme que somos muchos los que amamos el té, los gatos y Harry Potter. 

Gracias por su paso por el barrio, por cada vez que lo recomiendan, por cada minuto de lectura que le dedican, por bancar el minucioso balance cinéfilo, serial o literario, las 10 buenas razones para ver, el Todos aman a  y tantos otros caprichos de la vecinita. 

En definitiva, gracias por bancar 9 años de camino bloguero.
Salud y por muchos años más!

NOTA: La vecinita agradece el brownie de la foto, decoración incluida, resultado de la manos de la mejor mamá del barrio, la mía.

18 octubre, 2016

Stoner y yo

En su primera juventud Stoner había considerado el amor como un estado absoluto de la existencia al que uno podía tener acceso si la suerte lo ayudaba; al madurar había decidido que era el paraíso de una religión falsa que se debía enfrentar con sardónico escepticismo, cálido desdén y embarazosa nostalgia. En su madurez comenzó a entender que no era un estado de gracia ni una ilusión; lo veía como un acto humano de transformación, un estado que se inventaba y modificaba momento a momento y día a día, con la voluntad, la inteligencia y el corazón.

(Stoner, John Williams)


Combo inmejorable: 
cuadernito de viajes regalo materno, libro inolvidable y vaso de céramica, regalo de amiguísima del barrio.

Creo en el Universo.
Creo que a veces, por alguna circunstancia extraña, los planetas se alinean y logramos alcanzar todo aquello que le pedimos. O casi todo.

Hace una semana abrí el paraguas ACÁ. Anticipé que el balance literario 2016 tendría gusto a poco. Sigo pensando lo mismo, pero algo cambió: a  veces es mejor poco pero bueno antes que mucho pero malo.
Y entonces, cuando menos lo esperaba, llegó Stoner y pateó el tablero.
Se sentó a mi lado y me dijo: 

Vecinita, yo te voy a dar letra para que puedas escribir a fin de año tu balance literario. Se que voy a estar entre algún que otro libro chick-lit, un libro de mandalas gatunos adorable y algunas que otras novelas. Algunas buenas. Otras, un fiasco.
Yo no soy del montón. Se que soy una moda y quizá en unos meses pase el furor. Pero mientras tanto, acá estoy. 
Disfrutame. 
Llevame con vos. 
Elegime antes de sacar de la cartera tu telefonito inteligente. Yo soy más inteligente que él. Y también, más disfrutable.
Me vas a poder recomendar. Tal como me recomendaron tus amigos que están en la contratapa: Bret Easton Ellis, Ian McEwan, Vila Matas, Nick Horny, Rodrigo Fresán y sí...hasta ¡Tom Hanks! Si tu adorado Francis Scott Fitzgerald todavía viviera, también te pediría a los gritos desde la contratapa que me lleves.
Puede que todas estas críticas elogiosas sean un gancho marketinero más de la industria, pero también se que vas a hablar bien de mi. Con quien sea. Vas a querer recomendarme y con suerte iré a parar, en calidad de préstamo, a manos amigas. Porque eso es lo que pasa cuando uno encuentra algo muy bueno. Quiere compartirlo con otro y quiere terminar el libro y a la vez hacer que dure. Por siempre.
Gracias a que me llevaste a tu casa, durante varios días, te conté mi vida. O mejor dicho, la que quiso contar el Señor John Williams.
Ojalá haya contribuido a que tu año literario sea un poquito mejor.
Cordialmente,

Stoner.

Háganse un favor: Lean STONER de John Williams.
Cambien su año literario.

14 octubre, 2016

10 buenas razones para ver: Náufrago


Tom Hanks es un amigo de la casa. Ya hablé de él ACÁ y ACÁ y siempre encuentro motivos para seguir opinando bien de él. 
Mientras espero que me llegue la invitación para compartir una barbacoa y cigarros cubanos con él y mi otro amigo Spielberg, esta es una buena semana para volver a hablar de Hanks, no sólo porque ayer se estrenó una nueva película que lo tiene como protagonista, sino porque este próximo domingo se celebra el día de la madre. 
Ustedes se preguntarán qué tiene que ver. Y tiene mucho que ver.
Conozco una persona que pasaría más de una tarde de barbacoa con él. Viviría para decirle lo buen tipo que es, lo bien que hace su trabajo, y aunque los años pasen y dejen huella en su cara, ella siempre pero siempre lo miraría enamorada. Esa persona, vecinitos, es mi mamá. 
Por eso, este post está dedicado muy especialmente para ella, en la mismísima semana del día de la madre. 

Y como siempre para todos ustedes, porque si todavía no vieron Náufrago y no lloraron cuando Wilson se cae del bote prefabricado de Tom, sepan disculpar pero...no tienen sentimientos.

Tom Hanks es Chuck Nolan, un analista en sistemas que hizo carrera en la empresa Fedex. Chuck es adicto al trabajo, odia perder el tiempo y es tan buen empleado que hizo carne el mensaje aquel de que el tiempo es dinero y por eso está obsesionado con la rapidez en la supervisión de la entregas en tiempo y forma. Tiene una novia que ama pero ve poco, consecuencia de sus recurrentes viajes de trabajo en distintos puntos del mapa. En plena época de fiestas, Chuck debe interrumpir una cena familiar por trabajo y tomar un avión que a causa de una tormenta y una falla técnica terminará estrellándose en una isla paradisíaca. Él será el único sobreviviente, una especie Robinson Crusoe moderno que se empeña en salir vivo de allí para contarlo. 

Contengan la respiración y prepárense para sobrevivir una temporada en la isla con Tom Hanks.
Pasen y lean:

10 buenas razones para ver
Náufrago


  1. Tom Hanks. Náufrago es Tom Hanks. No existe un sólo plano en toda la película en la que no aparezca. Si lo aman no será un problema. Por el contrario, si les molesta su candidez, puede parecer insoportable, aunque me arriesgo a pensar que ésto último es poco probable porque Tom Hanks tiene la habilidad y la cintura necesaria para conquistar al público. En el barrio ya hablamos de Joe F-O-X en Tienes un email y de Víctor Navroski en La Terminal, pero Chuck Nolan es diferente a ellos. Es un valiente que aprende a sobrevivir gracias al recuerdo vivo de Kelly, su novia, a través de una foto casi desteñida. En el año 2000, Tom Hanks ganó el Golden Globe pero Russell Crowe le arrebató el Oscar por Gladiador. Sin embargo, para este barrio, el verdadero y único Gladiador fue y será Tom Hanks.
  2. Wilson. Hay niños y algunos adultos que aseguran tener un "amigo imaginario". Chuck deja de lado lo espeluznante y paranormal y fiel a su estilo dialoga con una pelota de voley a la que llamará por su marca: Wilson. Originalmente, la pelota estaba destinada a llegar a un niño, según lee en la nota que acompaña el packaging que llega como vestigio del naufragio. En la isla, Wilson no aplica como pasatiempo deportivo sino que es un amigo que le trae la marea, sólo que en forma de pelota. Gracias a la palma de la mano ensangrentada del náufrago, Wilson tiene ojos, boca y hasta unos pirinchos parados que simulan pelo. Wilson no siente, no habla, no opina pero Tom quiere creer que sí. Y nosotros, también.  Y lo lloramos. Mucho lo lloramos. Ampliaremos más adelante en el decálogo.
  3. El lugar. Náufrago fue realizada en una isla llamada Monuriki, en el Océano Pacífico. Un paraíso de aguas color turquesa y arenas blancas. Vale imaginarnos allí, en ese rinconcito tropical, lagarteando y tomando un trago con sombrillita decorativa, pero no. El paraíso también puede ser el mismísimo infierno. Amo las historias en las que un lugar soñado puede dejar de serlo. Es un quiebre y nos obliga a reacomodarnos. Nada de sol ni barra libre. Acá se trata de aprender a hacer un fuego y sobrevivir.
  4. El director. ¿Cómo no amar a Robert Zemeckis? Responsable no sólo de Náufrago, sino también de Volver al futuro o Forrest Gump, El vuelo o Quién engaño a Roger Rabbit. Zemeckis rodó la primera parte de Náufrago y luego interrumpió el rodaje por un año para que Tom Hanks tuviera el tiempo suficiente para adelgazar 30 kilos y que su barba creciera a lo Crusoe. A pesar de los avances digitales, lo de Zemeckis fue casi artesanal. Por eso lo queremos.
  5. Mr. Big. No hay caso. Mr. Big no se hace querer. Ya comenté en posteos anteriores que a Carrie Bradshaw le llevó seis temporadas de Sex and the City ganarse a Mr. Big. En The good wife, mi amiga Alisha padece sus infidelidades y su carrera política. En Náufrago, es quien termina casándose con Kelly, la novia de Chuck que a causa del accidente lo creyó muerto. Mr. Big aparece en la historia, como mucho, 10 minutos. Tiempo suficiente para odiarlo. Sí, una vez más.
  6. Lo que traiga la marea. No se cuándo lloro más, si en la famosa escena en la que Wilson se cae del bote o cuando Chuck comparte ese momento de reflexión, en la casa de su amigo, después de saber que perdió a Kelly. Llueve. Hay un fuego de hogar detrás. Chuck tiene una toalla alrededor del cuello y un vaso de whisky en sus manos. Y entre tantas cosas lindas dice: Estoy tan triste por no tener a Kelly conmigo, pero estoy muy agradecido de que ella haya estado ahí conmigo en esa isla. Y ya se lo que tengo que hacer ahora: seguir respirando, porque mañana saldrá el sol y ¿quién sabe qué traerá la marea? Ya saben vecinitos: Inhalen y exhalen. Sobrevivimos como Chuck al naufragio y tenemos que estar listos para lo que nos traiga la marea. 
  7. El final. Hay un cruce de caminos, unas alitas de ángel, un sobre de Fedex, una vaquera que llega a un rancho, un perro, hay sol, una ruta y un nuevo comienzo. El final de Náufrago es hermoso y esperanzador. Sin más spoilers que estos pequeños datos de interés. 
  8. Perder a Wilson. Chuck sabe que tiene que salir de esa isla, en lo posible, con vida. Pasó 4 solitarios años y no pierde las esperanzas. Después de algunos intentos frustrados, reintenta y mejora su método y se abre a mar abierto, a lo Quijote, con una balsa pre-fabricada y con su amigo Wilson como mascarón de proa. Y todo funciona y nos ponemos contentos y no hay tormenta que nos amargue o nos preocupe hasta que el suave golpeteo de unas olas hacen que Wilson se caiga de la balsa. Y ahí sí, no podemos explicar cómo Zemeckis, Tom Hanks o Wilson nos hagan llorar TANTO. Estamos con el agua al cuello. Tratamos de estirarnos como hace Chuck al intentar rescatar a su amigo que se aleja cada vez más. Es una escena terrible, pero hermosa. Nadie nunca volverá a hacernos llorar así ¡por una pelota!
  9. El accidente. La escena del accidente impresiona por su realismo. Sólo los rayos de la tormenta iluminan la pantalla y allí lo vemos a Chuck, casi en posición fetal, agarrado y aterrado en un gomón. No se cuánto dura la escena, pero es una lección de cine y vale la pena. Además, la aventura recién comienza.
  10. El amor. ¿Alguien duda todavía que a Chuck lo salvó el amor por su chica? Durante 4 años habló con Wilson y con una foto de Kelly. Cuando la tiene frente a él, ella todavía recuerda cómo toma el café, cuál es su equipo de fútbol americano favorito, le da su auto y le muestra toda una mesa de recortes publicados en distintos medios ante su desaparición. Es un reencuentro emocionante y nos parte el corazón. Estamos con Chuck. Queremos que ella largue todo por él pero, aunque al final no lo haga sólo le mandamos amor, porque gracias a ella, Chuck volvió y nos regaló esta película hermosa y emotiva llamada Náufrago.

Náufrago (Cast away) es una película del año 2000 y fue dirigida por Robert Zemeckis.

12 octubre, 2016

Eramos tan románticos


Amor y Letras es una película para los que aman fuerte a los libros. Para los que entendemos que cuando un libro es bueno no se puede dejar de leer, ni siquiera en plena calle. Somos capaces de hacer piruetas, esquivar gente y seguir atentamente las letras. Es para los que acumulamos libros en la mesita de luz y para los que nos enamoramos de los buenos lectores porque son un flanco difícil de encontrar.

En los primeros quince minutos de Amor y Letras, Josh Radner - actor, escritor y director - se encarga de machacarnos su amor por los libros. Es él quien lee por la calle camino al lavadero, es quien observa cómo su ex novia abandona el hogar y mete mano en la biblioteca compartida, es el que hojea todas sus lecturas pendientes de la mesa de luz y también reconoce que un libro de mil páginas puede ser una obra maestra pero también puede volverte el ser más antisocial del planeta.

Y si no alcanza con los libros, Amor y Letras tiene dos ases más románticos en la manga. Por un lado, el disfrute de conectar con una composición de Bach o Beethoven en el medio del caos neoyorkino. Y por otro lado, el intercambio postal. Los protagonistas juegan a olvidarse del mail e intercambian cartas a la distancia.
Y por último, una recomendación: hay que ver Amor y Letras porque amamos a Ted Mosby, el protagonista de How I met your mother. En la película Ted se llama Jesse, y es casi el mismo que en la sitcom. Y no molesta.

Amor y Letras es la vuelta de Jesse Fisher al campus universitario. Su mentor, el profesor Peter Hoberg (Richard Jenkins) se jubila y lo invita al evento homenaje que se dará en su honor. Jesse no necesita mucho qué pensar. Su novia lo dejó, tiene un trabajo que lo desmotiva y demasiados buenos recuerdos que lo ligan e incitan a volver al campus. Con un libro, un bolso de mano y un auto de alquiler viaja a Ohio a reencontrarse con su amigo. La vuelta a las aulas es nostalgia pero también es novedad porque allí conocerá a Zibby (Elizabeth Olsen), una universitaria de veinte que con su espontaneidad y su madurez le correrá el velo de los ojos al protagonista.  Zibby lo incita a sentir la música clásica y la ópera y es quien le pide que imaginen una vuelta al siglo XVI y se escriban cartas de puño y letra cuando Jesse tenga que volver a NY.
Con sus casi 20 años, Zibby es apasionada y Jesse se deslumbra con esa mujer capaz de entender la música barroca y a la vez defender y justificar la lectura de una novela de vampiros para adolescentes, aunque más tarde Jesse le tirará por la cabeza el best seller teen y le mandará por correo un ejemplar de Drácula de Bram Stocker porque es la verdadera y única historia de amor de vampiros, y también Canciones de inocencia y experiencia, un libro de poesías de William Blake. No olviden que Jesse, ante todo, es un romántico.

Amor y Letras es una anti-comedia romántica de culto, que nos viene a plantear la diferencia entre crecer, madurar y envejecer a través de tres generaciones unidas por la insatisfacción: el profesor jubilado, la estudiante demasiado madura y el chico de treinta y pico en crisis.
Es auténtica, habla de sentimientos tangibles y anima a quien la ve a recordar lo bueno que se dejó atrás y sobre todo, a pensar que lo que está por venir no tiene por qué ser peor.

Bienvenidos al club de los adultos.


Amor y Letras la pueden encontrar también como Liberal Arts, su nombre original en Netflix.


04 octubre, 2016

Un libro, un disco, una serie: Modo ¿Primavera?


Llegó pero todavía no nos dimos cuenta. Excepto algún que otro día, la primavera se hace desear. Por más colores cítricos que nos quieran vender las vidrieras para la temporada primavera-verano, todavía miramos con cariño nuestra manta polar y las pantuflas de entrecasa. 
Estamos en modo espera. Sabemos que la primavera va a llegar, pero mientras tanto no perdemos tiempo: hay muchas series que mirar, nuevos discos que escuchar y algún que otro libro que nos hará volar la imaginación.

Aunque el clima no obedezca a la estación, pasen y lean un clásico del barrio!

Un libro, un disco, una serie
Modo Primavera

Un libro

Cuando empiece la temporada de balances 2016 en el barrio, los libros se llevarán la peor parte. Excepto un par de elegidos, este año no hubo grandes novedades literarias, o si las hubo el barrio no se enteró. Este evento extraordinario no quita que la vecinita retome con gusto alguna lectura abandonada o desarrolle un lado artístico que estaba escondido. Si quieren sentirse un poco artistas pero no lo suficiente como para comprarse una tela, oleos y pinceletas les recomiendo probar tímidamente con un libro de mandalas. 
Hace algunos años se pusieron de moda y las librerías empezaron a destinar un lugar exclusivo sólo para libros de mandalas. La clave está en buscar el indicado. Encontrar la aguja en el pajar. Y cuando lo veamos o, mejor aún, si alguien que querés mucho te lo regala - como fue mi caso - mejor aún, porque significa que esa persona te conoce como nadie y te está regalando algo que no sólo te servirá para relajar, también estimulará tu lado creativo y seguramente tendrá que ver con vos. Algo de esto se refleja en la foto que acompaña. Un libro de mandalas gatunos sólo puede tener que ver con este barrio y con la vecinita.
Dicen que pintar un mandala es una expresión del alma, que armoniza nuestro mundo interior con el exterior, y al despertar los sentidos estimula nuestra creatividad. 
Si a eso le sumamos que lo que estamos coloreando son ¡Gatos! la felicidad es completa.
Dejen esa novela que está en la mesita de luz y hagan la prueba.
Sean Pollock.
Aunque sea, por un rato.

Un disco

Es como el sol. Aunque no lo veamos o no lo escuchemos todo el tiempo, Kevin siempre está. Hace unos años, hablamos de él ACÁ, ACÁ y ACÁ pero el lanzamiento de Miss Américas Vol. 1/2 y la llegada de la ¿Primavera? era la excusa perfecta para volver a escucharlo.

Las canciones de Kevin son una ensalada de muchos ingredientes que aunque parezcan improbables, combinan, se amalgaman y se llevan bien juntos. Es pelar un pomelo a vivo, mezclarlo con hojas de espinaca, rallar un poco de parmesano, agregar unos tomates secos y sumar una palta. Y por último, si en el frezeer quedaron unos langostinos para grillar, vale incluirlos. 
Kevin es eso. Es verborragia. Es desfachatez. Es mucho TODO. Es pop, cumbia, rap, folk, bolero y en Miss Americas también es bachata. 
En este disco Kevin canta con sus 3 hijos, también con Mollo, Palito Ortega (sí, leyeron bien) y Pity (sí, volvieron a leer bien). Además, hay una intervención del ex luthier Marcos Mudstock y varios personajes más. No los une el espanto, sino la diversidad de estilos, el cruce de géneros  y nadie se horroriza por eso. Podemos cantar Es como el día, un hermoso tema de padre-hija y también bailar una bachata. 
Hace unos días, Kevin dijo en una entrevista:

Robert Altman decía que en sus películas hay siete accidentes que habían hecho que fueran mejores. Y a mi me gusta eso. Por un lado tengo cierto control freak. Pero por otro lado, me encanta que ocurran sorpresas.

Hay momentos en los que podemos monitorear nuestra vida, pero también es precioso que la vida nos sorprenda.
Así son los discos de Johansen.

Una serie
River

No sigas el sendero. Ve donde no lo hay y deja rastro. 
(River)

Por regla general, antes de hacerles una recomendación, suelo tener una idea acabada de la misma. No suelo tirarme a la pileta sin agua. Necesito comprobar la temperatura, la profundidad, la dimensión. Chequear la información, estudiarla y difundirla es una manera de hacer las cosas.  Pero también está bueno romper las reglas. River, la miniserie inglesa de la BBC que puede verse completa en Netflix, es una muestra de ello. 

Es una de detectives, pero sobre todo es un estudio psicológico de River, su protagonista, el actor sueco Stellan Skarsgard y su vínculo con Jackie Stevenson. Stevie, para los amigos.
Cuando empieza, uno cree que se trata de una versión mejorada de algún episodio de CSI, pero no. No es CSI porque en ese auto está Stevie que parece más viva que nunca, cantando a los gritos I love to love, comiendo comida chatarra junto a su coequiper, tratando de animarlo a que se divierta, bromeando sobre los suecos que cantan, como Abba o Roxette, sólo que Stevie es una alucinación. Está muerta. River sufre alucinaciones. El niño de Sexto sentido decía I see dead people. River pertenece al mismo club. Se pelea a trompadas con muertos pero también baila y canta con ellos. No son fantasmas, son el resto emotivo de esa gente que todavía vive con él y en él. 

River también es el mejor detective de la policía metropolitana londinense, el que resuelve todos los casos, el que se vuelve imprescindible en el Departamento y el que deberá someterse a un apto psiquiátrico con el fin de poder mantener su trabajo.
River es una de detectives, pero melancólica. Una pequeña muestra en formato miniserie de la tristeza de un hombre solo que sabe que, como sea, la vida no se detiene y lo obliga a seguir adelante.

Recomendarles River sin haber visto aún el episodio final es un acto heroico, un clavado de cabeza a la pileta. Pero quédense tranquilos: hay agua. Y la temperatura es ideal.
Rompan las reglas y bailen con esta pequeña muestra: