28 noviembre, 2007

Los nenes con los nenes



"Tu serás un pecador pero yo aún no tuve la oportunidad"

Ennis Del Mar (Brokeback Mountain)








Las damas más recoletas compran su entrada. Acaban de caer en la tentación del afiche y su carnada; una serie de estatuillas doradas de nombre poco agraciado: Oscar. Hay grupos de curiosos con alta dosis de morbo y también encantadoras parejitas de muchachos. En la puerta del cine somos varios los que queremos ver una de vaqueros, pero no como las de John Wayne.

Cincuenta minutos después las recoletas, ahora indignadas, abandonan la sala. Los que venían con ánimo de curiosear quieren demostrar y demostrarse más machos que nunca y hacen comentarios desubicados. El resto, nos dedicamos a disfrutar de una hermosa película.

Brokeback Mountain estaba nominada a 8 estatuillas de la Academia de Hollywood y ya había ganado en la antesala de los Oscar 4 globos de Oro y premios en Inglaterra, Venecia y Canadá.

El combo western propuesto por Brokeback Mountain incluía una historia de amor, dos vaqueros onda Wrangler y premios internacionales.

Es válido pensar que no había grandes candidatas para los Oscar y que entonces, Secreto en la montaña buscó generar polémica alrededor de la historia de amor explícita (?) entre dos hombres, pero por suerte también vale la pena pensar que Brokeback Mountain es una bella historia. La película se ganó el favoritismo del público por sus cualidades cinematográficas, sin poner el acento en ninguna polémica.

Favorita o no, la historia de los vaqueros enamorados está basada en un relato de sólo 30 páginas. En las letras de Annie Proulx, Ennis del Mar y Jack Twist no son tan Wrangler como en la pantalla grande. En el libro no están los ojazos tristes de Jack, la rusticidad de Ennis, las tomas panorámicas de paisajes y atardeceres de tarjeta postal, la música de Santaolalla que acompaña el ritmo de la narración. Todo en Brokeback Mountain está teñido de un tono intimista, cuidado al extremo. No es casual que el director haya sido un oriental: Ang Lee.

Secreto en la montaña es la historia de amor de Jack y Ennis durante veinte años. Años que vivirán escondiéndose de sus mujeres e hijos para refugiarse en un idílico paisaje. Años que llevarán vidas miserables, conformistas, entre rodeos y ranchos solitarios.

El tiempo pasará factura y traerá achaques, barrigas, bigotes y 3 estatuillas doradas, las mismas que tentaron a las señoras recoletas. Las que más tarde, en la pantalla del televisor, adorarán sin reconocer en la red carpet a esos muchachos tan buen mozos, vestigios de vaqueros degenerados pero con traje Hugo Boss.

21 noviembre, 2007

¿Qué hay de nuevo, Bob?

Dicen que la música calma a las fieras. Bob suele contribuir en la tarea. Su armónica quiebra el silencio y mi intento fracasado por mantener medianamente ordenada mi biblioteca. De vez en cuando, aparece cuando escribo. Comparte el podio con Chet Baker o mi querida Billie Holiday. Sólo ellos y su música me llevan a un lugar donde pocos pueden llevarme, ni yo se muy bien dónde queda ese lugar.
Sin pretensiones de escribir un tratado sobre Bob ni conocer a fondo toda su historia (sus Crónicas reposan en mi mesa de luz como lectura pendiente) Dylan es un lujo, es como un buen vino añejado.

Prueben ordenar bibliotecas con él, siéntense a escribir algo mientras se escucha de fondo Modern Times y lloremos juntos anticipadamente la participación de Richard Gere en la nueva biopic del gran Bob Dylan I'm not there.

Pronto, en las salas amigas.

20 noviembre, 2007

Gente de terror

Había muchos motivos para ir a lo de Ana María. El principal, o eso creía yo en aquel momento, era la pelopincho.
Una casa con mucho verde y la gloriosa pileta de lona cuando el calor apretaba eran una bendición. Desde temprano me encallaba cual orca de Mundo Marino y salía del agua arrugada como pasa de uva. Ana, cada tanto, dejaba su Biblia (la revista Gente), entraba cuidadosamente a la pelopincho y comenzaba con una serie de movimientos cuasi mecánicos que se sucedían por repetición. La clave era mantener siempre húmedas nuca, cabeza y pecho. Como gata con cría hacía lo mismo conmigo. Me generaba cierto rechazo esa especie de revuelta bautismal, era uno de esos momentos en que deseaba más que nunca ser grande. Quería darme cuenta yo sola cuando podía estar insolándome o tener esa especie de poder vaticinar fiebre con sólo apoyar los labios en una frente, pero me dejaba hacer.

Después del almuerzo era obligatorio hacer la digestión. El pánico aquel que se te cortaba la digestión y te podías morir era lo que te repetían como loro. Por las dudas, me aguantaba el trámite y solía ser el momento indicado para la lectura de chimentos de la Gente. En mi casa no se compraba la revista asi que era la novedad, el acceso indiscriminado a todos los números semanales que se juntaban en una pilita, al lado de la tele. El libro estaba reservado para la tardecita, en la galería. Pasar parte del verano en lo de mi madrina tenía sus privilegios.

Cuando escuchaba que los sapos salían a escena desde el verde me iba para adentro y prendía la tele.

Era sábado a la noche y en el 13 daban una de terror. En la propaganda había visto a una chica bañada en sangre, caminando como posesa. Carrie, así se llamaba la película. Había algo hipnótico en ella, en su mirada desquiciada. Tenía que verla. Terminamos de comer temprano y gracias a ese cansancio típico del ocio del verano (sol-pileta y pileta-sol) la flia cayó frita. Para ver Carrie no se pedía permiso. Carrie era lo mismo que decir no. Además, nada más emocionante que escabullirse del cuarto, llegar en puntas de pie hasta la tele de la cocina y ver a oscuras, pegada a la pantalla, una de las grandes obras del Sr. Stephen King. Nada fue igual. El género terror se apropió de mi durante largo tiempo. Desde lejos, los sapos fueron testigos y la Su, siempre diva, parecía sonreírme desde la tapa.

13 noviembre, 2007

¿Crees que soy sexy?

Noche de sábado. Cena de chicas al aire libre cuando de repente lo vimos cruzar la calle. Con su traje celeste y la pashmina blanca al cuello parecía salido de una publicidad de Gancia. El toque distintivo son esos bigotes finitos que le dan un aspecto de porno star aniñado.

Emmanuel Horvilleur no camina, se desliza como gato orgulloso. Marca territorio sabiendo la sensualidad que va dejando a cada paso. Es sexy pero frágil.

Parece salido de un mundo irreal, donde los colores pastel nunca pasan de moda y el glitter manda. En los 90, junto a su media naranja musical Dante Spinetta, construyeron una identidad musical a base de cuerpos elásticos y funk que se llamó Illia Kuryaki and The Valderramas. Cuando el negocio terminó Emma conoció a la chica de Resistiré, la novela bizarra que protagonizaba Celeste Cid. Compuso Soy tu nena, nació el amor y 9 meses después el retoño: André.

Hoy, ya separado, Horvilleur está lejos de ser el típico artista cantautor conflictuado contradictorio y muy cerca de la imagen de daddy canchero que se pasea un sábado a mediodía por Palermo Viejo.

Aunque sus canciones hablen de separaciones, malentendidos y rupturas nunca suenan tristes, suenan cursis. Le encanta que así sea y se nota. Nosotras, agradecidas. Sabe a la perfección que las chicas adoramos que ellos se pongan un poco cursis. Se nota que a Celeste, la chica con nombre de telenovela de la tarde, le aburrió el asunto y dejó al dandy solo, pero productivo.

Música y delirio y Rocanrolero gozaron amplia aceptación en el terreno musical, pero ninguno de ellos resultó tan intimista y confesional como Mordisco, su último disco. Un desborde de sexualidad. Por momentos Emma se pone babasónico, canta para su ex, invita a Cerati y todo parece envolverse en una atmósfera intensa, perfecta.

Once tracks para degustar un viernes a la noche. En la medida de lo posible, con un Martini en la mano y glitter rosa en los labios.

07 noviembre, 2007

Espíritu adolescente

Hubo un tiempo en que Blockbuster no existía.

En esa época, el videoclub de barrio era amo y señor. En aquel momento podía estancarme cual orca marina frente a la vidriera de un videoclub el mismo tiempo proporcional que paso ahora mirando zapatos. Deseaba locamente esas cajas toscas y pesadas que contenían la dulce miel de los vhs. Quería llevarme todas a casa, sentarme frente al televisor y si era preciso que se me cayeran los ojos pero había un problema, básico y mayúsculo: no tenía videocassetera. Tener una "video" era un artículo de lujo asi que mientras soñaba despierta esperando la video propia, decidí aprovechar todas las situaciones que me deparara el destino. Ese día el destino se llamó Norma y Rodolfo, una amorosa parejita de Vicente López que había organizado una cena para grandes. La excepción a la regla era un niño de 4 años (hijo de los anfitriones) y yo, una mocosa de 8.

Se notaba que Norma había pasado todo el santo día metida en la cocina. El resultado fue un escalofriante aspic de frutas y un pollo medio crudo. Mientras intentaba comer un cuadradito de manzana cubierto de esa cosa gelatinosa, las cosas no se ponían mejores. Los grandes charlaban de trabajo y cosas de grandes hasta que Rodolfo tuvo una gran ocurrencia y me preguntó ¿Querés ver un video? Antes que terminara de decirlo ya estaba instalada en el sillón peliculero, dispuesta a la aventura. ¡Había dos vhs! Con suerte, si los grandes se entusiasmaban, hacía función continuada. La primera escena no desbordaba emoción. Quise darle tiempo a que se desarrollara la acción. Un hipopótamo se bañaba con extrema parsimonia. El hipopótamo bebé era más adorable, pero las escenas eran tan desmotivadoras como el aspic de frutas que habìa quedado en la mesa. Como una premonición, cuando ya estaba deseando volver a la mesa de los grandes Rodolfo pasó frente al televisor y con un gran gesto que dio cuenta de su generosidad cambió el video. De entrada, el reemplazo parecía divertido. Unas luces de neón mostraban una pareja de chanchitos. Ella tenía una pollera cortísima. A él se le hacía agua la boca. A continuación, unas chicas se bañaban mientras descubrían que eran espiadas por un grupo de chicos. Otra se encerraba en penumbras con un chico y abría las piernas. Ellos siempre parecían torpes y nerviosos. Ellas, decididas. Cuando Porky's se estaba convirtiendo en una lección a futuro apareció Rodolfo y se puso blanco como un papel. Por un momento se hizo un silencio sepulcral y a continuación sacaron la película. Así fue como terminé una noche jugando a la fuerza con un niño de 4 años a los rastris y tuve que esperar algunos años más para ver el final de la historia de esos adolescentes dispuestos a terminar con su virginidad a cualquier precio. Para mi, ellos habían debutado esa noche y yo también, con la video, en algún lugar de Vicente López.

01 noviembre, 2007

Un Mesías en la isla

Restos de esmalte negro en las uñas. Las manos trémulas buscan la dosis justa que logre transportarlo quién sabe dónde.

Como una señal divina la tentación aparece en forma de vírgenes de yeso cargadas de la sustancia tan deseada. Digámoslo sin vueltas, Charlie Pace cumple todos los requisitos del rock star venido a menos: inseguro, promiscuo, cool, bonito y drogón.

Aunque sus orejas delaten un pasado hobbit, un día se convirtió en un sobreviviente del vuelo Oceanic Airlines 815 y quedó perdido con un grupo de gente en la isla en la que alguna vez TODOS fantaseamos estar.

Charlie asocia fervientemente a la isla de LOST con el destino. Las casualidades no existen. El destino sí y por eso escribe en sus manos esa palabra que irá alternando según su estado anímico.

Según el cristal con que se mire la isla podrá ser un castigo o bendición. A Charlie le tocó la segunda opción en el reparto:



  • Los náufragos reconocen haber escuchado alguna vez Driveshaft, la banda de pacotilla de la que forma parte.


  • Cuando desea su guitarra la isla misteriosamente se la restituye.


  • Se enamora perdidamente de Claire, una madre soltera tan desprotegida como él.


  • Aflora su lado paternal y cuida de Aaron, el bebé de la desprotegida.


  • Vence su adicción a las drogas ayudado por John Locke, el ex paralítico devenido Rambo.


  • La isla potencia su fe cristiana. Se motiva en la construcción de una iglesia y hasta en el momento de mayor dramatismo no olvida persignarse.

Están aquellos que se rinden fácilmente ante las dificultades pero también están los que pelean e irradian luz, aún en la desesperación. Charlie tiene algo mesiánico. Sabe que el sacrificio llegará y que habrá valido la pena. Es un buen hombre.

God bless you.