21 diciembre, 2007

Besos por celular

Bendita sea la tecnología celular que nos permite grabar videos, sacar fotos, enviar mensajitos instantáneos y con un poquito de voluntad, aplicar como wallpaper esa imagen tan deseada. Así, con sólo mirar o abrir la tapita de esa maravilla tecnológica (según el modelo al que Ud. pudo acceder) aparecerá la cara de aquel muchachito que quita el sueño, el bebé recién nacido o ¿por qué no? George Clooney sonriéndonos desde la pantalla de cristal líquido.
Hoy decidí limpiar mi teléfono móvil. Había llegado a un punto en el que la emisión/recepción de los mensajes empezaba a dificultarse, producto de un almacenamiento innecesario de mensajes sucedidos durante este último mes del año. Mientras estaba afectada a semejante tarea productiva decidí repasar algunas cuestiones vinculadas a la configuración de mi fiel compañero hasta que llegué al ítem elección de wallpaper, la cuestión central de este post.

Juro que lo intenté mil veces. No pude. Dicen que de vez en cuando es bueno renovarse, cambiar los muebles de lugar, hacerse un corte de pelo nuevo pero ¿cambiar de wallpaper? En mi viejo Motorola la imagen de Aidan y Carrie aparece cada mañana y cada noche cuando lo apago y me voy a dormir. ¿Cómo borrar esa imagen?

Carrie y Aidan son novios. Viven juntos. Él es capaz de ser feliz un sábado a la noche con un balde de pollo frito y una pelea de box. Ella, en cambio, necesita como el aire conocer todos los lugares de moda con sus amigas o seguir engrosando la lista de gente cool y amigos gays.

Él le va a pedir (una vez más) que se casen, que con esa ropa están perfectos para la ocasión, que para qué esperar más tiempo. Ella (una vez más) volverá a romperle el corazón...y el mío.

Me puse a pensar que hay imágenes que es mejor congelarlas en el tiempo...y en el celular. El pedido de casamiento frustrado de Aidan es una de ellas. Otra vez será.

20 diciembre, 2007

Tristeza nao tem fin

Según la quiniela el 22 es "el loco". En la escuelita fuimos 22 aunque alguna vez supimos ser 30. La escuelita de los famosos fue una linda locura. Peleas, mudanzas, amores, odios, broncas, risas, pasillos. Hubo caídos en el campo de batalla, pequeños triunfadores precoces y una versión local y folclórica de los otros, los que llegaron a la isla de la calle Lavalle para sumarse a los sospechosos de siempre.
Tres años de sangre, sudor y lágrimas. No importa cuánto de cada cosa. Hubo Piccirilli para el recuerdo, Abelardo, el negro Fontanarrosa, bunkers afrancesados y pro. Hubo preguntones, muñecos de torta y retroactivos. Fiestas, algo de teatro, emoción y sangre. Sin sangre no se puede todo esto.

Hubo aciertos, equivocaciones pero también hubo unión. Y no es una publicidad de yerba mate ni un mensaje lacrimógeno típico de estas fechas. Fue volver por un rato a la secundaria donde todos conocen tu nombre y todos jugamos a ser movileros, productores, conductores.

Me llevo amigos, gente valiosa, consejos y recuerdos. Muchos. Intensos, como debe ser. Además de los amigos se que hay gente que seguiré viendo y eso me reconforta, y sino la vida misma se encargará de cruzarnos. O no. Como sea, fue un gusto. En serio teas.

Gracias totales.



03 diciembre, 2007

El mundo se derrumba

Mediodía de sábado. Niceto Vega y Scalabrini Ortiz. Entro a comprar café. Se supone que será un trámite pero todo conspira en mi contra. No desayuné y hay un sillón colorado, al lado de la ventana. Le pega el sol. Por un momento la escena se vuelve otoñal; la espuma del café con leche, los diarios. La gente ahí dentro parece no tener apuro. Me mimetizo con la situación. Me atiende una chica de humor envidiable aunque le toque trabajar en este sábado radiante. Te pago el café y me quedo a tomar algo por acá, le digo. Demasiadas explicaciones por ser desconocidas pero me interesa lo que ella o su patrón tienen para ofrecerme: café, un muffin de vainilla y el diario. Todo se reduce a un sucio intercambio de intereses. Hojeo el gran diario argentino (?). El sillón colorado me pertenece, al menos por un rato. Llega el café y el muffin. Bebo de a sorbos y sigo el caso de la odontóloga asesinada. Para cuando llego al suplemento cultural con nombre de material genético no quedan ni las migas del muffin. Dos ya es exceso.
Leo una entrevista a Daniel Guebel. Me acuerdo del día que vi luz y entré a una librería de Palermo Viejo. Guebel presentaba una novela y había asistencia perfecta en el lugar. Yo ahí, por casualidad. Después pienso que las casualidades no existen y el destino quiso que esa noche, camino a casa, terminara leyendo sus letras cuando todavía era una chica Palermo green.

Pérdida, quejas y amor. Falta el chan chan y es un tango pero no, es el título de la entrevista y ya compré. Sigo leyendo. Un escritor fracasado, miserable, abandonado por su mujer y una hija que lo visita. El escritor ventila sin asco la sufrida intimidad de su separación, la suya, la de Daniel Guebel. De eso se trata Derrumbe, su última novela.

Podrán criticar el recurso viejo y peludo de loser adorable pero siempre habrá alguien del otro lado que se conmueva con un perro llorón.

Son las seis de la tarde. No tengo el sillón colorado pero sí al perro. Tiene forma de tapa blanca y ahora duerme en casa.

Ya nada podrá derrumbarse.