30 diciembre, 2008

Casi

Cuando subí al barco vi que había pibes de 18. Yo tenía 20. Me sentía grande al lado de los otros, pero éramos todos pibes. Subió un cura y dijo ¿quién quiere tomar la comunión? Yo pensé que eso mal no me podía hacer y tomé la comunión. Después te daban el arma, las municiones y un rosario de plástico. De esos de cuentas negras o marrones. Lo primero que se te rompía era la cruz . A partir de ahí, arreglatelás.

Antes que terminara el 2008 vino Robertito a casa y casi habla de Malvinas. Casi.

25 diciembre, 2008

Dígalo sin hablar



Love actually, la película que hay que volver a ver en esta época del año.
Feliz Navidad.

14 diciembre, 2008

Dos tipos macanudos

Una pequeña muestra del trabajo conjunto de Kevin Johansen y Liniers.
El jueves fue una noche de canciones, dibujos y un ejemplo de pura amistad.
Kevin + Liniers.
The Nada.


Anduve como autogeografía, en un eterno tour.
Kevin empieza la noche con Road Movie.


Liniers ilustra En mi cabeza. La fiesta recién empieza.

James Brown que estás en los cielos.
Kevin, concentradísimo, rinde su tributo con Chill out James.

Liniers y su versión de McGuevara's o Che Donald's. Hasta la McVictoria siempre. Con cajita infeliz.

Liniers en acción. De fondo, los dibujos de Funny Face y No voy a ser yo.

Se agradece la colaboración fotográfica y buena predisposición de la amiga Simeoni.

08 diciembre, 2008

La grandeza de lo simple

Se nota que Pablo Grinjot es un tipo generoso. Compartir el escenario con 16 músicos habla bien de él, o al menos la palabra divismo no figura en su vocabulario.
Su banda, la Ludwig Van, está conformada mayoritariamente por chicas violinistas made in conservatorio aunque el tiempo, como la marea, trajo nuevas voces masculinas y más guitarras criollas.
Si uno tiene la suerte de recalar en uno de sus shows notará que hay algo comunitario en el ambiente. No todos somos hippies ni tampoco cantamos alrededor del fogón, pero sí podemos llegar a descalzarnos y desparramarnos sobre almohadones, en el piso. Hay chicas haciendo origami y hay comida naturista. Durante un par de horas somos una gran familia.
Pablo, además de ser generoso, es tímido. Habla lo justo y necesario. Le cuesta sonreír, aunque a veces se le escapa. Es frágil, como sus canciones y le debe costar decir que no, de ahí posiblemente el sentido de su numerosa banda.
Pareciera que hace años voy a ver a Pablo Grinjot y es cierto, pero cada vez es distinta. Y es un poco igual también. Es una sensación placentera, similar a cuando nos ponemos ese sueter de entrecasa que adoramos, es como encontrar la horma justa del zapato.
Sus amigos Alvy Singer, Pablo Dacal o Tomi Lebrero suelen hacer acto de presencia en sus shows. Cualquiera de ellos se mimetiza con el resto de la banda con la facilidad propia de años de amistad, ensayos y conservatorio. Grinjot en acción despliega su repertorio de Canciones de criolla y ensamble y también las del disco mil veces anunciado y mil veces postergado Rocha. Puede despacharse con gusto con algún tema de Ana Prada y hasta sorprende con versión propia de Nessun dorma. Si bien su música aplica a la categoría indie o acústica, poco importan los rótulos. Lo que prevalece es su mundo de canciones amorosas. No juega a hacerse el difícil, apela a las cosas simples. Es conciso y directo.
Ayer tomamos limonada, nos descalzamos una vez más, nos llevamos para el arbolito el disco Ineditísimo, nuevas canciones de este gran cantautor, y cantamos canciones como ésta.
Feliz domingo para todos.

No seré yo uno más
de los que no te dejan en paz
Miro y trato de entender
por qué derramás tanta miel
Yo no estoy triste, mi amor
Si la noche es de nosotros dos
Entre tus ojos, mi amor
Entre tus ojos, mi amor
Tus ojos, mi amor.


Pablo Grinjot y la Ludwig Van tocan el 18 de Diciembre en Cell Block, Olivos.

25 noviembre, 2008

Chico de tapa

Hace unos días pasé por el puesto de mi canillita amigo. Don José nunca se enoja si me pongo a chusmear alguna revista, me indica cómo viajar cada vez que lo necesito y no tiene nada que envidiarle a los puestos abarrotados de la calle Florida. Tiene un surtido interesante de revistas hedonistas, esas que muestran las islas Fidgi o las que te dicen con qué comida va mejor el champagne. Ahí, entre las islas Fidgi y el champagne encontré Esquire. Según reza el eslogan la revista de hombres interesantes. Adrien Brody confirma la teoría en la tapa. Le pregunto a Don José cómo es el asunto de la distribución. Mensual, me dice pero acá se recibe con delay. Es así, mi canillita también mecha alguna que otra palabra en inglés.

El precio está en euros aunque atrás, al lado de la sonrisa del chico de Armani, figura el local. Hojeo a las apuradas buscando la nota de tapa pero sólo veo publicidades de Dolce & Gabanna y una nota de los 50 años de Superman. Se que tengo coronita y Don José me deja manosear las revistas pero tampoco es cuestión de abusar. No tiene sentido tanta incomodidad cuando se que esa revista me está llamando, asi que mientras busco la plata le pido a mi amigo si por favor puede sostener el pequeño tesoro. Él la prepara. No sabía que se podía preparar una revista con tanto esmero, respeto y amor. Me imagino que Don José debe ser esa clase de persona que también le habla a las plantas. Plumerea a Adrien y después al chico Armani y repite la operación. La cara de Adrien queda momentáneamente cubierta por una bolsa transparente y mientras me la alcanza dice: no te vas a arrepentir, es una muy buena revista. Quiere justificarme el gasto que acabo de hacer? Ahí es cuando me pongo colorada, me agarra pudor por mi fanatismo afiebrado, como si el mismísimo Adrien Brody se personificara en el quiosco, en la esquina de Luis María Campos y Virrey Loreto.

Mientras le pago con un billete de 50 me llevo a Adrien embolsado. Espero el vuelto y digo no, no me voy a arrepentir. Tiene razón.

Hay quienes no resisten la tentación de un cuarto de helado, otros pierden la compostura en un shopping. A mi me puede Adrien Brody. Y aunque la bolsa pesa, es como tener uno de esos muestrarios de moda que se ven en las películas. Me siento un poco como Gabrielle Solis en Desperate Housewifes. Publicidades de autos que les falta volar, casas que son mansiones, ropa de diseñadores top...

Esquire es un gran muestrario de moda y glamour. Esta vez, la última faena de Manolete, película no estrenada en nuestro país, con Adrien Brody en la tapa es la excusa perfecta para llevarla a casa.

Gracias a Don José, el torero Brody vela por mis sueños, en una habitación de Caballito.

Fue una buena decisión.

24 noviembre, 2008

2530


De las 5000 tapas de la primera edición de Macanudo 6 me tocó la 2530. Un buen número y mejor regalo de cumpleaños.

Gracias amiga. Vos sabés.

01 noviembre, 2008

A los gritos pelados

No tallamos calabazas ni vamos puerta por puerta disfrazados diciendo Trick or Treat, pero a fuerza de tanta cultura pochoclera en la cabeza, sabemos que el 31 de Octubre se festeja en Estados Unidos la Noche de Brujas. Como en tierras argentas la tradición sólo abarca a chicos de country, el resto tendrá que buscar otras excusas u ámbitos para disfrazarse. Una alternativa amigable es organizar una maratón de películas de miedo o sentarse a disfrutar de los Scream Awards, la entrega de premios donde tanto las ternas como los que se llevan la estatuilla son votados por fans recalcitrantes del cine fantástico, de terror y el comic.
Algunas cuestiones que vale la pena observar en los Scream Awards:
  • La entrega de premios tiene una actitud rocker. No sólo se nota en los que asisten al evento, también quienes suben al escenario a buscar su premio: una estaca de mármol negra.

  • Los actores (supuestamente) serios se vuelven divertidos y los que ya son divertidos desbordan. Entre tanto freak puede aparecer Gary Oldman o Michael Caine, perdidos entre sombreros negros y mucho gloss.

  • Los gestos obsenos no sólo están permitidos, se celebran.

  • La voz en off del presentador es un cliché. Mucha risa tenebrosa y griterío, pero uno deja pasar el detalle porque el cine de terror casi siempre es eso: un cliché.

  • Todas las chicas lindas que gritaron, corrieron, tropezaron y patalearon infinidad de veces en Martes 13, Pesadilla, Scream, Se lo que hicieron el verano pasado y Cloverfield hacen acto de presencia en la ceremonia, dato de color para la audiencia masculina.

  • Las ternas de los Scream Awards son bizarras: Mejor grito, Mutilación más memorable, Super héroe más sexy, Mejor villano, entre otras.

En la entrega también hay espacio para los premios tributo. Tim Burton recibe su premio de manos de Winona Ryder, la novia del chico Manos de Tijera. El director Wes Craven, uno de los que revitalizó el género slasher allá por los 90 con películas como Scream y Pesadilla también se lleva su premio de manos de su chica, la famosa Cindy que atendía el teléfono en Scream.

En los Scream Awards hay para todos los gustos; hay adelantos de películas, los Smashing Pumpkins musicalizan la noche y Marilyn Manson es alabado con pompa y circunstancia.

Es probable que los Scream Awards no sean reconocidos ni políticamente correctos, pero los amantes del género estamos agradecidos. No hay nada mejor que ver una de terror una noche de invierno. Los dulces los compramos antes. No es cuestión de andar solos de noche, ridículamente vestidos, pidiendo trick or treat. Hay mucho Jason por ahí.

Aquí, los ganadores principales:

  • Mejor película de fantasía: Hellboy II

  • Mejor película de ciencia ficción: Iron Man

  • Mejor película de terror: Sweeney Todd, el barbero de la calle Fleet

  • Mejor director: Christopher Nolan (Batman, el caballero de la noche)

  • Mejor superhéroe: Christian Bale (Batman, el caballero de la noche)

  • Mejor actor en película de fantasía: Heath Ledger como Guasón (Batman, el caballero de la noche)

  • Mejor actor en película de terror: Johnny Depp (Sweeney Todd)

  • Mejor actor en película de ciencia ficción: Robert Downey Jr. (Iron Man)

  • Mejor actriz en película de terror: Liv Tyler (Los extraños)

  • Mejor actriz en película de fantasía: Angelina Jolie (Wanted)

  • Mejor actriz en película de ciencia ficción: Milla Jovovich (Resident Evil 3)

  • Mejor secuela: Batman, el caballero de la noche

  • Mejor show en televisión: Dexter


Los Scream Awards repiten hoy, sábado 1 de Noviembre, a las 0 hs por I Sat o el lunes 3 a las 0.50 por TNT.

24 octubre, 2008

Feliz en tu día


¡El vecinito de enfrente cumple un año de vida!
Gracias a todos los que siguen dando vueltas a la manzana por este vecindario.

05 octubre, 2008

03 octubre, 2008

Beben y beben y vuelven a beber

True blood, la nueva niña mimada de HBO, empieza bien. Desde la primera escena uno evoca los clásicos diálogos y situaciones de las películas slasher, con esas parejitas cachondas que en plena acción las ajusticiaban sanguinariamente. Basta recordar a Jason, motosierra en mano, haciendo de las suyas. Salvando las distancias True blood se desarrolla con esa calma y normalidad que antecede a lo siniestro y promete tanto sexo y sangre como es posible en una película o serie sobre el género en cuestión. Su autor, el genial Alan Ball (creador de Six feet under), deja esos guiños por el camino, como las miguitas de pan de Hansel y Gretel para que sus seguidores vayamos alimentándonos y encariñando con su nueva creación. Además, entre tanto colmillo ensangrentado se cuenta una historia de amor.
Basada en los libros Southern Vampire Mysteries de Charlaine Harris, en la serie los vampiros han salido a la luz y viven en sociedad gracias al lanzamiento de un tipo de sangre sintética japonesa llamada Tru Blood. El consumo en los humanos tiene propiedades altamente curativas, aumenta la libido y agudiza los sentidos. Un detalle encantador es el marketing puesto en el producto. La botellita de diseño pop puede conseguirse en packs de 6 y se vende en bares y estaciones de servicio.


Aunque su comercialización y consumo es de conocimiento público, la cuestión levanta polvareda en una parte de la población, de ahí que los vampiros luchen por la igualdad de sus derechos y se manifiestan libremente, como cualquier mortal en programas de televisión.
Por otra parte, la historia de amor se centra en Sookie (Anna Paquin), una mesera con poderes telepáticos que se enamora de Bill Compton (Stephen Moyer) un vampiro recién llegado al pueblo donde transcurre la acción. Sookie es una mezcla de niña y mujer fatal que gracias a su habilidad telepática no para de fracasar en citas amorosas y vive aturdida por los pensamientos negativos, quejas y barbaridades que la gente piensa. Su abuela y su hermano completan el clan familiar. La señora, una romántica apasionada por las historias góticas, es capaz de recibir al vampiro en su casa con total naturalidad. Por el contrario el hermano de Sookie, un chico bastante rústico, descubre que muchas mujeres del pueblo tienen fantasías con los vampiros y algunas hasta disfrutan ser mordidas. La idea le repugna, más aún cuando su hermana se relaciona con uno de la especie. Sookie se enamora a primera vista del vampiro cuando descubre que con Bill sus poderes telepáticos fallan. No siente miedo, es puro deseo. El galán, como casi todo vampiro, es sensible, melancólico y domina admirablemente su sed de Sookie.
Los personajes secundarios recaen en Lafayette, el cocinero dealer del pueblo. Tara, prima del dealer y mejor amiga de la protagonista y por último Sam, dueño del bar donde trabaja la tierna lolita de la que está enamorado, obsesionado porque aparezca Buffy o Blade para llevarse lejos a su contricante, el vampiro.
True blood no es drama ni es comedia pero está llena de humor negro, seña particular de su creador. El inconveniente es que aunque se empeñe en mostrar a vampiros un poco bestiales y aterradores, no dejan de bordear el patetismo. Esto queda aún más en evidencia ante situaciones que deberían generar escalofrío y por el contrario, provocan risa.
Sin embargo no hay que olvidar que el terror es un espacio de catarsis y diversión. True blood entonces va por buen camino. Las motosierras y las caretas de hockey son cosa del pasado. Los vampiros son mayoría, están de moda y llegaron para quedarse.




True blood, todos los domingos, a las 22 hs. por HBO.

16 septiembre, 2008

Muerto el Rey, viva el Rey

Adiós amigos adiós, ahórrense el melodrama. Hubo tiempo de sobra para saberlo y procesarlo. C' est fini. Después de siete años Harry Potter tiró la escoba. Dejó atrás calderos mágicos y encantamientos varios (hasta que le toque grabar la última parte de la saga) y se dedica a seguir engrosando su cuenta bancaria. Aconsejado por sus padres, Daniel el terrible Radcliffe compra obras de arte, recibe propuestas de casamiento a diario de ardientes jovencitas y exhibe sin pudor su anatomía en las tablas londinenses y en Broadway con la obra Equus, donde el (ex) cándido mago encarna a un joven obsesionado sexualmente con los equinos. El muchacho intenta como puede despegarse de la imagen del mago de anteojitos Lennon y cicatriz en la frente. Lo cierto es que Daniel Radcliffe será Harry Potter por los siglos de los siglos. Amén. Mezcla de héroe épico y adolescente común que logró zafar de las garras del mago más tenebroso de la historia que asesinó a sus padres, vive y padece como un condenado el desarraigo emocional y espiritual necesario para volverse un personaje sufrido, casi dickensiano. Pero siempre que llovió, paró. Joanne Rowling, autora de la gallina de los huevos de oro, supo desde el primer libro de la saga cómo terminarían cada uno de sus personajes. Supo que el ciclo lectivo en Hogwarts, la Escuela de Magia y Hechicería, tendría una duración de 7 años. Dio su palabra y cumplió. Hora de entregar la llave del reino.

Stephenie Meyer, una señora aficionada a la escritura, graduada en Literatura Inglesa, afilaba sus colmillos y salivaba como perro de Pávlov con sólo pensar en la idea de encontrar al sucesor capaz de tomar la posta. Y un día la inspiración llegó. Sangrienta y onírica. El sueño se hizo realidad y se llamó Crepúsculo. La historia de amor entre Isabella Swan y el vampiro Edward Cullen fue - literalmente - soñada por Meyer una noche de verano, cuando todavía no podía imaginar que la fortuna estaba tocando a su puerta. La noche que le hizo jaque mate al Rey Potter.
Con tres libros de la saga de los vampiros Cullen ya publicados (Crepúsculo, Luna Nueva y Eclipse) y el cuarto que llegará a las librerías porteñas los primeros días de Octubre (Amanecer), la señora Meyer se puso la corona y agarró el cetro con fuerza por un buen tiempo. Guste o no, la novela ascendió a la controvertida categoría de best seller y para los que despuntaron el vicio, el vampirismo llegará a la pantalla grande. El chupasangre aspira conquistar a los fans del mago y por si fuera poco corre con ventaja para triunfar en la misión: Robert Pattinson, el actor que interpreta al vampiro enamorado, fue anteriormente Cedric Diggory: un mago bello y popular que muere en Harry Potter y el Cáliz de fuego. Sí, el mundo es un pañuelo.
Crepúsculo se inscribe dentro de aquellas historias de pueblo chico, infierno grande con los condimentos que eso conlleva, es decir, somos pocos y nos conocemos y los secretos no están para ser guardados, sino divulgados. La acción transcurre en Forks, un pueblito cercano a Seattle. Por supuesto casi siempre llueve. La lluvia ayuda a que todo se vuelva más dramático y romántico. El punto de partida se produce cuando Isabella Swan decide abandonar el nido materno e instalarse en casa de su padre, policía del lugar. Allí debe lidiar, entre otras cosas, con el rótulo de ser la nueva del colegio donde conocerá a Edward.
Isabella es insegura, torpe y escurridiza. Físicamente es una chica bastante común, odia hacer gimnasia y ama leer las novelas de Jane Austen. Edward es un vampiro típico: tímido, ojeroso y con dificultades para hacer amigos. Como casi todos los de su especie, Edward reniega de su naturaleza pero aprende a sobrellevar la cuestión tratando de causar el menor daño posible. Es un bon vivant, se viste bien, es culto, conduce un auto caro y escucha a Debussy. Se ríe de los famosos mitos atribuidos a los vampiros. En la novela de Meyer los vampiros no duermen en ataúdes, pueden salir con la luz del día sin quedar reducidos a cenizas, son insensibles al ajo y se alimentan de sangre animal. Están tan preocupados por el medioambiente que se concentran en zonas con superpoblación de depredadores para no hacer caza imprudente. Vampiros ecologistas que le dicen.

A Rowling le costó trabajo volver visceral a su niño mimado. Recién en la tercera parte, y con la dirección de Alfonso Cuarón, las aventuras de Harry se volvieron más herejes. En definitiva, hubo que recorrer un largo camino para ver la metamorfosis de Harry en un chico con sed de venganza. Por su parte, los vampiros de Meyer son bastante inofensivos y asexuados. Habrá que darle tiempo. Cinematográficamente Harry siempre cuenta con un elenco británico deluxe (Ralph Fiennes, Emma Thompson, Helena Bonham Carter, Gary Oldman) y con escenarios majestuosos. Esta vez habrá que esperar hasta las vacaciones de invierno de 2009 para ver la nueva rebelión adolescente. El famoso final que se partirá al medio (estrategia comercial a lo Kill Bill), llegará entre 2010 y 2011.
Mientras tanto, sin demasiada grandilocuencia y con actores nada o poco conocidos, los Cullen probarán suerte. A pesar de jugar en segunda, por el momento, sería conveniente que Harry, si no quiere sumar otra cicatriz, oculte la yugular porque en otra vida seguramente Harry y Edward fueron amigos pero en esta, no.

18 agosto, 2008

El arte de envejecer con estilo

Todavía no lo conozco pero sé que será un compañero dulce y cariñoso. Lo llenaré de atenciones y mimos y lo llamaré Al Pacino. Sí, mi próximo perro merece un nombre de un gran hombre. No podrá ni querrá pasar desapercibido. Tendrá personalidad. Será macho, desbordará masculinidad a su paso. Sabrá como tratar a una dama, hará honor a su condición animal si es necesario y también será sinvergüenza, vanidoso y seductor. Con el paso del tiempo se convertirá en un bon vivant. Vivirá rodeado de comodidades, hembras y placeres hasta que le llegue la vejez y su principal preocupación sea mantener intacta su lucidez y tener una muerte digna.
Al gran Al Pacino se le perdonará todo porque es pura entrega. Cuando decida ponerse en movimiento lo hará con pasión sino no valdrá el esfuerzo.
Será clásico. Nunca pasará de moda. Será gracioso cuando la situación lo requiera y será malo pero no morderá.
Al Pacino es el hombre de las mil historias. Su cara no lo deja mentir. Es el macho con cara de perro que ha vivido bien. Intensamente. Que se casó con todas y con ninguna. Nació para eso. Y aunque tenga más achaques que pelos en la cabeza, aunque a veces se sienta acorralado y a duras penas logre salir ileso de una situación peligrosa, no pierde nunca la elegancia. Y él de eso tiene y mucho. Por eso siempre tendrá un plato de comida y un lugar asegurado en nuestra cama. Porque cuando sonríe y hasta cuando se enfurece es imposible no quererlo.
Y aunque el tiempo pase y nos pongamos viejos, Al Pacino lo hará con estilo y elegancia. Como lo hace un varón sensible y rudo a la vez. Una combinación perfecta.

17 agosto, 2008

En la variedad está el gusto

(Kevin Johansen + The Nada, La Trastienda, 7 de Agosto de 2008). Habían pasado unos minutos de las 9 de la noche cuando Kevin Johansen, el hombre de la voz grave, confesó haber llegado a las instalaciones del barrio de San Telmo gracias al combustible espiritual de Ari Paluch. Con chicanas, buscando la sonrisa cómplice, el paladín de las palabras inauguró así una nueva serie de recitales en La Trastienda dejando en claro que a partir de ese momento la solemnidad queda en la puerta y la incorrección es bienvenida.
Arriba del escenario la iluminación es tenue. Suena Ese lunar, una rumba flamenca. El público aprovecha el instante zen para terminar sus consumiciones, sacar fotos, grabar videos caseros y lograr un mejor ángulo de visión, pero la calma dura poco. Atento a las nuevas tribus urbanas Kevin comenta que en su banda hay un par de emos dando vueltas por ahí, aunque sobre todo son una banda glam y por ello sus cumbias también lo son. Le gusta esa palabra: glam. La usa bastante. En mi cabeza es entonces la cumbia glam que pone a todos a bailar, con ella la baja sensación térmica sufrida en el acceso al lugar unos minutos atrás queda en el olvido.
Kevin no cae en el lugar común de cantar sobre amores perdidos, tristezas y abandonos varios. Le interesan demasiadas cosas y esa variedad, es justamente la fortaleza de su propuesta musical. Nos mete de prepo en su imaginario donde las chicas rolingas se vuelven adictas a la bailanta, canta sus rezos a los santos, también a los turistas que recorren Puerto Madero y a las cumbieras que hablan de Jung y Simone de Beauvoir. Se expresa indiscriminadamente en gringo y en lunfardo, hurga en la bossa, experimenta con la murga uruguaya, los ritmos tropicales, hace rumbas con aires de milongas, mezcla funk con chacarera y se pone meloso con algún bolero y un poco de jazz. A pesar que algunos ritmos pueden causar escozor Kevin logra lo imposible: los deforma y le sale lindo. Además, este menjunje musical no hace más que ponderar sus dotes de gran cantante por encima de cualquier base musical.
Durante el recital hay homenajes a Don Atahualpa Yupanqui (Atahualpa, you funky), James Brown (Chill out, James) y confiesa sin ponerse colorado su amor por la actriz Susan Sarandon y le canta el bello tema folk Susan surrender. También hay tiempo para un set acústico que incluye temas de sus discos anteriores y del actual Logo. Con su guitarra al cuello cuenta el estado de enamoramiento obsesivo que lo llevó a escribir Hindú blues, coquetea con el bolero y las promesas de amor que suelen hacerse en Oops!, recrea un clima infantil con la canción de cuna La hamaca, deja a las chicas suspirando con Luna sobre Porto Alegre, comparte una lección sobre cómo afrontar una ruptura con dignidad en Desde que te perdí y da sobradas muestras de su buen nivel de francés en La chanson de Prevert.
De buen ánimo y en la mitad de su concierto Kevin se muestra abierto a lo que el público le pide. Se saca su campera de diseño de Palermo viejo, deja asomar las horas invertidas en gimnasio y canta Down with my baby, y con ella las mujeres caemos rendidas con su voz amodorrada a lo Barry White. Pero como en toda fiesta llega el momento de ponerse la corbata en la cabeza, el cantante y su banda se despachan con las canciones que todos queremos escuchar, los éxitos de hoy y de siempre: Mc Guevara's o Che Donald's, Daisy, La tangómana, una versión malambeada de We can work it out y le saca el jugo a su rol de showman con Timing, mientras recorre micrófono en mano todas las mesas y el primer piso del lugar, saludando y agradeciendo la presencia del público. La fiesta no termina. Pareciera ser que Kevin siempre quiere tocar todo su repertorio. El público agradece tanta verborragia y derroche de generosidad y baila en los pasillos porque ya es imposible quedarse sentado con Sur o no Sur, La chica rolinga o con la danza comunitaria que se produce con El incomprendido, polka mixada con Zorba el griego. Las chicas suben al escenario, se dan el gusto de besar a Kevin, le festejan la guitarra eléctrica de Hello Kitty que usa en S.O.S. tan fashion y todos cantamos la canción que da título a su cuarto disco: Logo.
Hay más temas, hay bis, hay clima de Amistad de borrachera y ese ranchera indica que ese sí es el final de una noche de mezcla infinita, como una buena degustación de postres. Distintos sabores. Distintas texturas. Imposible no tentarse con alguno.
Aquí, una muestra:


Kevin Johansen + The Nada siguen presentando su cuarto disco Logo en la Trastienda, el 21 de Agosto y el 4 de Septiembre.

30 julio, 2008

El lado B de las cosas

Lo previsible aburre. Pueden cambiar las caras, los gestos o los lugares pero esa sensación de déjà vu permanece si no existe un recorrido alternativo de las cosas, un atajo. No es soberbia ni exigencia, más bien tiene que ver con cierto reclamo urgente de originalidad. Por ejemplo, en términos de moda, cualquier mujer puede tener el clásico vestidito negro en el placard pero lo interesante y lo que en definitiva marcará la diferencia es volver personal esa opción universal, darle una vuelta de tuerca. Los zapatos, accesorios y hasta un peinado nuevo sirven para el caso. Si bien lo clásico muchas veces es sinónimo de comodidad es divertido salirse del patrón de las opciones simplistas. En términos musicales, cuando no existía el cd ni había ipods o mp3 siempre prefería el lado B de los cassettes. Por lo general el lado A incluía los hits que aprendíamos de memoria en tiempo récord pero como todo, la novedad tenía fecha de vencimiento y el desafío era descubrir el lado B. Lipstick Jungle, la nueva serie de la autora de Sex and the City es un auténtico lado B. Nuevos personajes, nuevos conflictos. Las chicas Lipstick son simpáticas, pero no tanto. No beben cosmopolitan, prefieren el champagne. Trabajan mucho, se divierten menos. Aunque el botox disimule el paso del tiempo bordean los 40. Tienen novios millonarios, esposos, hijos y ocasionalmente amantes. El pecado mortal radica en que desean tanto ser A que olvidan sus intentos por convertirse en un buen lado B. Es sabido que toda exploración al lado B de las cosas conlleva cada tanto querer volver al lado A. Es ahí cuando buscamos en Lipstick Jungle a Sarah Jessica Parker y sus amigas y fracasamos. En su lugar encontramos a Wendy, Nico y Victory, tres mujeres ambiciosas que se mueven en el mismo escenario que su antecesora: Manhattan, pero que poco o nada tienen que ver con la compradora compulsiva de zapatos Manolo Blahnik.
Después del éxito de Sex and the City, Candance Bushnell (autora del best seller transformado en serie) se endulzó con la idea de contar historias del universo femenino en la Gran Manzana. Esta vez centró su atención en un trío de mujeres poderosas que tratan de sostener con uñas y dientes sus posiciones en la industria del cine, las revistas de moda y el diseño.
Wendy (Brooke Shields) es directora de una empresa cinematográfica. Reparte su tiempo entre el trabajo, sus amigas, hijos y un marido desempleado con un sentimiento de inferioridad ante este panorama.
Nico (Kim Ravor, la novia de Jack Bauer en 24) es editora de una revista de moda y lucha por quedar al mando de la publicación. Desmotivada e inmersa en un matrimonio burgués y aburrido busca refugio y vuelve a sonreír en los brazos de un fotógrafo jovencísimo.
Victory (Lindsay Price, una ex Bevery Hills 90210) es diseñadora de modas y la única que parece más frágil entre estos dos mujerones con el mismo grado de calidez que un témpano. Si bien Victory tuvo su momento de gloria en la moda está atravesando una crisis que lejos de dejarla en Pampa y la vía la empobrece anímicamente. Pero como en todo cuento de hadas moderno, Victory encontrará a un señor con plata que la ampare. Su príncipe azul es Joe Bennett (Andrew McCarthy), un multimillonario que no para de consentirla con chocolates suizos, un vestidor a su disposición y cenas en París.
Dejando las historias de lado Lipstick mantiene el glamour como estandarte: hay ropa linda, tacos altos y lugares fashion, pero no alcanza.
La historia de las chicas de Manhattan se vuelve pretenciosa en su afán por aparentar ser un legítimo lado A. Lo bueno sería admitir dignamente la derrota. Después de todo, en el lado B, también se escondía algún buen tema.


Lipstick Jungle repite 1ra. temporada los martes a las 22 por Fox.

23 julio, 2008

Los secretos de Ellen




Las tardecitas televisivas tienen ese qué se yo, cantaría hoy el Polaco. Circos mediáticos, debates berretas, culebrones y hasta un reality para gente con problemas de sobrepeso son algunas de las opciones. Para todas aquellas mujeres bricollage hay canales que son el pasaporte directo a la felicidad. En cambio si la tele no es más que un ruido de fondo, si usted no logra dormir una siesta ni puede concentrarse siquiera en el último libro de Osho, quizá The Ellen DeGeneres Show es el programa ideal para la hora del té.

Ellen es en Estados Unidos lo que Susana Giménez es en tierras argentas. La gente la adora, festejan sus chistes, copian sus pasitos de baile y, por sobre todas las cosas, la gente ama el chisme, las confesiones que se presumen secretas y que su heroína, DeGeneres, se especializa en volver públicas.

Cuando en 1998 Ellen confesó abiertamente su homosexualidad en la sitcom que llevaba su nombre y ventiló su romance con la actriz Anne Heche, el episodio, lejos de escandalizar, conquistó a una audiencia siempre hambrienta en cuestiones del corazón. Con simpatía y poca corrección Ellen se convirtió en un ícono de gran popularidad en la pantalla norteamericana y es una de las personalidades con mayor influencia en el país. Hace de su vida un espectáculo público. No sabe ni quiere guardar secretos. Le gusta compartir, como cuando anunció frente a cámaras su casamiento con Portia De Rossi (actriz australiana que en los 90 se hizo conocida en la serie Ally McBeal y hoy participa en Nip/Tuck). Incluso, los rumores indican que la ceremonia se realizaría frente a las cámaras, en el mismísimo show.

Lo que sucede en la platea del programa es similar a un recital de Luis Miguel. Un porcentaje altamente femenino grita desaforadamente ni bien aparece Ellen en el estudio. Saluda tímidamente, hace un poco de stand up mientras un dj musicaliza el ambiente y ella se entrega a la danza.




El momento funciona porque se mezcla entre el público: sube baja y se zangolotea por todos lados. Gesticula con simpatía a las señoras que no hicieron más que esperar ese momento para bailar cerca de ella. Anuncia los invitados del día. Todo está perfectamente guionado, estudiado, ensayado. Se repiten gestos y movimientos lo cual atenta contra la espontaneidad y previsibilidad del programa, pero es sabido que todo esto es parte de la fórmula del talk show.

Ellen, como la diva de los teléfonos, recibe a sus invitados en el living, coordina juegos con la platea y reparte premios consuelo (el famoso Tivo) y de los otros (órdenes de compra por distintos valores). Las concursantes gritan, cholulean y se comportan como eternas adolescentes al lado de su estrella favorita.

Para los que pudimos ver a Ellen en la sitcom durante los 90, este show es un baldazo de agua fría. No alcanza con la soltura y gracia que despliega Ellen en las entrevistas, ni siquiera cuando el invitado sea un carilindo como David Beckham o Patrick Dempsey. Ellen huele a talento desaprovechado sujeta a un pobre guión.

Quizá una hora de programa diario, con algún que otro chiste, no compensa el talento de la protagonista pero El show de Ellen sirve como un buen ruido de fondo mientras se toma el five o clock tea. Incluso, con un poco de suerte, podemos enterarnos un buen chimento hollywoodense en lugar de tanta silicona bailando por un sueño.

The Ellen DeGeneres Show, de lunes a viernes a las 17 por Warner Channel.

20 julio, 2008

En las buenas y en las malas


"Con sus amigos la vida era a menudo un torbellino. Se conocían bien. Tenían costumbres comunes, gustos, recuerdos comunes. Tenían su vocabulario, sus signos, sus manías. Prolongaban la sobremesa. Hablaban de sí mismos y del mundo, de todo y de nada, de sus gustos, sus ambiciones. Iban a recorrer la ciudad en busca del único bar confortable que no podía faltar, y hasta altas horas de la noche, ante sus whiskies, sus coñacs o sus gin-tonics, evocaban, con abandono casi ritual, sus amores, sus deseos, sus viajes, sus rechazos, sus entusiasmos, sin extrañarse, por el contrario más bien encantados, de lo parecido de su historia y la identidad de sus puntos de vista..."

(Las cosas, Georges Perec)

Fragmento de uno de mis libros favoritos. Feliz día del amigo.

07 julio, 2008

Que se acaba el mundo

Serie negra, Grupo Mondongo
(galletitas dulces sobre madera)

Lectura de pornosonetos de Ramón Paz en el Malba. Una buena forma de empezar la semana.


Nos metimos al mar y de costado
saltando en una ola mi pregunta
te hizo gracia y bailabas en la punta
del verde al mediodía iluminado
tus ojos regresaban al color
del agua que llegaba al horizonte
la rompiente con fuerza de bisonte
jugaba con nosotros y el pudor
no estaba en ningún lado y zambullidas
y volver a saltar y tuve ganas
de rodearte y besarte las tempranas
caderas empapadas sumergidas
tuviste muchos novios pregunté
y tu risa en la espuma no hizo pie.

01 julio, 2008

Contame tu condena, decime tu fracaso


Después de ver la última aventura del director hongkonés, Wong Kar Wai, queda la sensación que el hombre de las clásicas pashminas al cuello, Don Jude Law, hizo esta película para mantener su privilegiada posición en la tabla de los hombres más bellos, y que Norah Jones no dudó en complacer el capricho oriental de aparecer en pantalla grande siempre y cuando pudiera besar al príncipe del pastel de arándanos.
La historia de My blueberry nights comienza cuando Elizabeth (la cantante de jazz Norah Jones) llega a un bar neoyorkino buscando a un novio que acaba de dejarla y en su lugar encuentra a Jeremy (Jude Law), dueño del lugar y coleccionista forzoso de llaves. Si hay algo que abunda en el bar de Jeremy son llaves y torta de arándanos, de allí el nombre de la película. Cada llave representa una historia, por lo general, triste. Elizabeth no sólo aporta su llave a la colección sino que decide montar guardias nocturnas en el bar esperando que su ex regrese. Mientras Jeremy se convierte en el contador de historias de amor fallidas de las llaves, ella calma su angustia oral con la torta de arándanos que nadie consume y cual borracho duerme acodada en la barra del bar. Todas las noches la misma historia. Vale pensar que la conducta no es más que una simple y berreta estrategia para ser despertada cual bella durmiente por el príncipe del lugar.
El relato cambia cuando Elizabeth decide, de un día para el otro, abandonar Nueva York con la frente marchita y salir a la ruta tipo Kerouac buscando nuevas experiencias. El camino estará lleno de lugares comunes: el alcohólico suicida, la estafadora, la ruta 66, los lugares de paso, las calles desiertas, el casino y esta pobre chica que a la distancia trata de emular a Jeremy trabajando de mesera y volviéndose paño de lágrimas de los demás.
Es sabido que Wong Kar Wai destaca de un modo único la belleza de las imágenes; colores brillantes, saturados, los neones, la sugestión puesta en los objetos y en buena parte de los que intervienen en My blueberry nights. Natalie Portman y Rachel Weisz compiten a cual más bella y Jude Law convence y conmueve como muchachito afectado por una pena de amor, pero no deja de ser problemático que el protagónico caiga en su totalidad sobre Norah Jones que no para de demostrar su calidad actoral de madera terciada. Es notable que ni la delicadeza y la elegancia de las imágenes creadas por el ojo oriental logren remontar esta percepción.
Si bien Wong utiliza distintos ritmos musicales como el blues, folk y jazz My blueberry nights es un tango, una película que habla sobre desilusiones sentimentales, pérdidas y gente que va por la vida con el corazón con agujeritos. Será cuestión de recordar aquel viejo dicho popular de panza llena, corazón contento. En definitiva, un plato de comida o una porción de torta no se le niega a nadie.





El sabor de la noche (My blueberry nights, Wong Kar Wai).

29 junio, 2008

El pelo de hoy

En lo de Susi te enterabas de todo: quién se había mudado del barrio, quién se había separado y quién era la afortunada que se casaba en unas horas. Si te habías perdido la novela de la Kuliok y Arnaldo André te hacían un resumen de lujo y ya estabas en carrera para seguir con el culebrón de todas las tardes. La cita obligada era los sábados. Una sabía cuándo entraba, nunca cuándo salía. No existían los turnos. Si tenías suerte de cruzarte con Susi unos días antes le adelantabas que el sábado necesitabas cierta prioridad y ella, cual genio de la lámpara, se las ingeniaba para hacer tu deseo realidad y camuflarse y camuflarte entre la clientela para atenderte primera sin que nadie se ofendiera, aunque la sensación universal era que te pasabas todo el día entre revistas, litros de spray y secadores de pelo intergalácticos. El ritual se mantuvo durante años pero, como todo tiene un final, el boliche de Susi cerró y en el barrio quedó el vacío y la misión de buscar un reemplazante. Es complicado confiarle nuestra cabellera a un sujeto. Digo, es casi fatal. Una puede escuchar sugerencias pero también hay algo fortuito en la relación con el peluquero. Encontrarlo es una búsqueda que puede durar años y un alto precio que se traduce en cortes desafortunados. Ir a la peluquería no deja de ser un trámite en el que no sólo se invierte dinero, también ilusión y coraje. Por eso es tan importante encontrar "el lugar" y sobre todo, un peluquero como la gente. Durante años tuve un acompañante capilar que me guió por todas las peluquerías de moda donde nos servían tragos a las 5 de la tarde, como en un boliche. El rally comenzó en una casona en el barrio de Devoto donde no había ningún cartel luminoso ni se hablaba de la novela de la tarde, pero iba Julio Bocca. El matrimonio peluquero no tardó en hacerse famoso, se mudaron y reciclaron un primer piso por escalera en Once. Habían crecido, tenían ayudantes y aprendices, salones kitsch y una familia de rottweillers dando vueltas por todo el lugar. Pedir turno se volvió imposible y eso motivó una nueva búsqueda que nos llevó al barrio de Caballito. El vecinito de mi guía capilar y sus amigos habían abierto Roho, un lugar mínimo con luces de neón en la puerta. Aunque nunca tuve la suerte de cruzarme con los Babasónicos o Cerati, esta gente sigue siendo clientela fija del lugar que claramente se amplió a unas cuadras del Pque. Rivadavia. La maratón siguió un camino que fue ensayo y error. Los lugares se volvieron impersonales pabellones de música electrónica que albergan chicos uniformados con preguntas molestas, pero dicen que no hay mal que dure cien años. El viernes pasado fui a una casona reciclada, colorida y alegre. No registré si había cartel de neón pero salí con luz propia. Y de eso se trata. Cada vez que decidimos cortarnos el pelo hay algo de limpieza kármica en ello, una necesidad constante de cambio. Puede salir bien o hundirnos en una terrible depresión. Lo cierto es que todas queremos salir radiantes. No importa el nombre, el cartel luminoso, si se habla de la novela de la tarde o del recital de Madonna. Lo importante es que hay lugares como La Lúdica que te hacen sentir bien como el inicio de una nueva relación, cuidada y escuchada como cuando iba a lo de Susi, pero sin la novela de Migré.


Nota: esto no podría haberse escrito sin la valiosa recomendación de Paola S.
La Lúdica queda en Soler esq. Malabia.

27 junio, 2008

La vida es bella

Hay días en que todo se reduce a:

Un par de blends en la boutique
Encontrar el libro tan buscado
Una buena recomendación
El corte de pelo adecuado
Comida japonesa
Mi amiga
y la joven vida de Juno.

La vida, a veces, puede ser bella.

20 junio, 2008

De la isla al obelisco


Hoy el diario sí hablaba de ti...
La productora Cuatro Cabezas vendió a Estados Unidos el formato del ciclo periodístico CQC y ¿quién sería uno de los hombres de negro? El eterno hobbit Dominic Monaghan, más conocido para los fans como Charlie Pace, el músico difunto de la isla de Lost. Aprovechando la escenografía local el actor grabaría la apertura y unos programas en Buenos Aires. Dicen los papparazzi que ya lo vieron por nuestro país acompañado por su novia Evangeline Lilly, la insufrible Kate de la serie de los náufragos.
Habrá que darse una vuelta por San Telmo y que el destino haga lo suyo.

Fuente: Diario La Nación.

Patrick Dempsey o la reinvención del patito feo

Alguna vez iba a suceder. Tenía que cambiar su suerte. Después de todo, el patito feo no siempre fue fulero. Además, es justo y necesario pensar que a todos nos llega el momento de convertirnos en cisnes. El famoso cuento de Andersen se parece bastante a la historia que le tocó vivir a Patrick Dempsey, el nuevo galán romántico made in USA. Haciendo honor al héroe del cuento, el muchacho fue despreciado durante un tiempo y tuvo que recorrer un largo camino hasta llegar a ser el príncipe azul moderno de Encantada. Durante los 80 participó en cuanta película teen anduviera dando vueltas por ahí. Can't buy me love, Loverboy eran las típicas comedias de enredos adolescentes, simpáticas pero fácilmente olvidables. Otro problema era que el galancito ochentoso tenía fecha de vencimiento. Aquello que a los 20 era encantador, a los 30 resultaba patético. A fuerza de codazos se lo pudo ver en Scream 3, Sweet home Alabama, With honors (películas bastante malas por cierto) que le permitieron asomar un poco la cabeza entre figuras que, lejos de ser brillantes, gozaban de cierta popularidad. Cuando pensó que su destino era ser uno más del montón, un buen samaritano vio su talento desperdiciado y quiso sacarlo del estanque. Y así Patrick se convirtió en cisne y fue rebautizado como Derek Shepard, más conocido entre sus fans como McDreamy, el tierno neurocirujano de Grey's Anatomy, serie que se emite por Sony y va por su cuarta temporada. Así fue como la pantalla chica rescató al cuarentón, supo apreciar su belleza madura y le ofreció el pasaporte al éxito.

Si bien asegura desconocer la fantasía femenina del ambo blanco, agradece el apodo y se regodea siendo ¡por fin! el lindo de la serie. Gracias al éxito de su tire y afloje con la Dra. Grey, Patrick volvió y fue millones. Este año, la parafernalia Disney apostó por él y reimpulsó su carrera cinematográfica como príncipe azul en Encantada. Matel lanzó su imagen articulada al mejor estilo Ken y por si fuera poco, Donatella Versace no quiso perder la oportunidad de incrementar sus ventas utilizando al santo varón como imagen masculina de su colección verano 2008.
Últimamente se lo pudo ver como un donjuán reconvertido, enamorado de su mejor amiga en Quiero robarme a la novia, una de esas películas previsibles y repetitivas que lo catalogan de acá a un tiempo como el nuevo galán de moda.
Mientras las chicas lo adoran, él aprovecha su momento de gloria porque sabe que poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne.

03 junio, 2008

Volvió una noche

Dicen que me fui del barrio. ¿Cuándo? si siempre estoy llegando.
Los vecinitos lo reclaman y acá está.

31 mayo, 2008

Narda a domicilio

Amor u odio. No admite términos medios. Es inquieta, enérgica e imperativa. Sonríe lo justo y necesario. Gesticula sin cuidado y jamás usa diminutivos. Cocina en jeans y zapatillas All Star. Beck, Red Hot Chili Peppers y Robbie Williams fueron algunos de los que probaron sus delicias. Amiga de músicos y gente cool, por si queda alguna duda, Narda Lepes vive en constante metamorfosis. Se formó con los mejores, fue parte de la movida inicial de cocina fusión y desde 1999 está en la pantalla del canal del buen vivir, fiel a su estilo: moderno y canchero. En 180 grados, su primer programa, cocinaba pato a la naranja mientras de fondo sonaba lo último que se estaba escuchando en Londres. Según la ocasión acompañaba un barman, sommelier y un dj. No contenta con eso Narda se dedicó a sumar millas por el mundo: Marruecos, Grecia, Londres, Tokio y Brasil fueron algunos de los destinos elegidos para mostrar las distintas cocinas y tendencias. El año pasado decidió plasmar sus conocimientos en un libro. Comer y pasarla bien tiene la impronta Lepes. Dan ganas de cocinar. Las berenjenas combinan con los linos sobre los que están retratados, los alimentos están divididos según las estaciones del año y los colores de temporada, y si bien hay recetas improbables como el paté de conejo, también hay básicas como pollo al horno, tips para evitar que se formen grumos en el puré y una banda de sonido sugerida para los momentos en que nos toca estar entre las ollas y sartenes.

Desde este mes Narda entra a la casa de algunas celebrities, revisa alacenas, heladeras y pregunta insidiosa al anfitrión de turno cuáles son esos placeres inconfesables en la cocina y su sandwich favorito. Todo esto pasa en Narda como en casa, su último capricho. Algunos de los que abrieron sus puertas fueron Oscar Martínez, Julieta Díaz, Lalo Mir y Kevin Johansen. Narda cocina mientras el famoso hace de "Juanita": alcanza el repasador o corta con miedo alguna que otra verdurita porque sabe que Narda no se calla y sobre todo, no sabe disimular su cara cuando algo no le gusta. Aquellos que aman el estilo Lepes disfrutarán de Narda como en casa. El programa es ideal para cholulos. Para saber, por ejemplo, que al gran animal de radio nunca le puede faltar el aceto y que Kevin Johansen muere por la mousse de chocolate. De tournée por el mundo, con libro, famosos o buena música Narda Lepes es un verdadero ícono de la gastronomía argentina. Alguien dijo: renovarse es vivir. Narda, por las dudas, no para de hacerle caso.

Narda, como en casa. Todos los lunes y viernes a las 22 horas, por el canal Gourmet.

28 mayo, 2008

Cuando ya me empiece a quedar solo

Hay caras que son campos de batalla. Con secuelas y cicatrices de recuerdos poco felices. Los Savages son un claro ejemplo de ello y como casi todos, frente a situaciones dramáticas saben que no queda otra que subir al ring y pelear hasta que el cuerpo aguante. La familia Savages da cátedra acerca de los tropiezos que se dan en la vida, la aptitud para sobreponerse, levantarse y volver a empezar. Podrían llamarse Pérez, García o Fernández, para el caso da igual porque lo que importa aquí es mostrar descarnadamente que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos. La historia, con alta dosis de realismo, está a cargo de un grupo de actores tan humanos, limitados y reconocibles como nosotros mismos. Wendy (Laura Linney) es una autora teatral que pasa sus días postulando para becas que no consigue, roba útiles de su oficina y mantiene una patética relación con un hombre casado. Jon (Philip Seymour Hoffman), profesor universitario, doctorado en filosofía y especialista en la obra de Bertold Brecht está a punto de terminar un noviazgo con una chica polaca. Inmersos en una apatía constante, los hermanos Savages reciben la noticia de una progresiva demencia senil que aqueja al decrépito padre (Philip Bosco), ausente y poco cariñoso, pero por el que deciden cumplir su deber como hijos hasta los últimos días, situación que los llevará a una convivencia forzada y reavivará viejos enfrentamientos entre ellos. El conflicto se centra en la relación de estos monstruos que parecen en estado de gracia constante. Los diálogos y las miradas de Laura Linney y del gran Seymour Hoffman no tienen desperdicio.

Si bien cada uno de ellos asumirá mayor o menor practicidad, cinismo o culpabilidad en el asunto hay algo en lo que no pueden diferenciarse: nunca dejan de ser los típicos neoyorkinos estereotipados, neuróticos, frustrados, modernos e incapaces de conectarse con lo afectivo y por ello se escudan en cuestiones intelectuales. En este caso, el teatro.
Sin caer en la cursilería sentimental ni disfrazar a sus protagonistas de ángeles o mártires, La familia Savages no propone soluciones mágicas porque no existen. Simplemente intenta exponer a este par de pájaros con todas sus miserias, frente a asuntos tan humanos como la competencia, los dilemas morales y el miedo ante la enfermedad y la muerte.
Tildada de película independiente y chiquita La familia Savages es justamente todo lo contrario. Enorme, brillante y brutal. Como un cross directo a la mandíbula. Sólo hace falta volver a calzarse los guantes y salir a pelear un asalto más.

La familia Savages (The Savages, Dirección y Guión: Tamara Jenkins)

19 mayo, 2008

Modelos de rock


Ellos las prefieren escuálidas, larguiruchas, andróginas. Juntos son dinamita. El combo de glam y escándalo perfecto. Los músicos adoran a las modelos y a ellas les divierte ser la mujer del rockstar, florearse delante de groupies histéricas aunque después elijan quedarse con el empresario. Pero por una noche, músicos y modelos son un solo corazón. De eso se trata el Fashion Rocks, la gala benéfica que se realiza desde 2003 a beneficio de Prince's Trust, una asociación fundada por el Príncipe Carlos de Inglaterra, cuyo objetivo es recaudar fondos para asistir a jóvenes con problemas de desempleo, escolaridad y temas legales.
En el Fashion Rocks no hay chicas ligeras de ropa que bailen al ritmo de Tengo la camisa negra. En la platea tampoco hay estrellas venidas a menos. No hay fuegos artificiales ni nadie que exija mover las cabezas. No hay cuerpos mantenidos a base de siliconas. Hay elegancia, buen gusto y buena música.
Prestigiosas top models desfilan diseños de haute couture y se deslizan cual sílfides por una pasarela circular donde las estrellas del rock y el pop hacen lo propio, ignorando las creaciones que pasan frente a sus ojos.
Todo puede pasar en el Fashion Rocks. Las modelos con sus Versace a cuestas coquetean con Iggy Pop. El carilindo Johnny Borrell, voz de Razorlight y novio de la mejor amiga de Harry Potter (Emma Watson) derrocha encanto aunque bien podría ser un modelo más en la pasada de Burberry que le toca musicalizar.
Lily Allen, sobria de vestidito azul, entona sus bellas melodías pero se le van los ojos con tanto Chanel alrededor. Por si quedara alguna duda de la simbiosis entre música y moda el momento cumbre sucede cuando el diseñador sube al escenario y saluda al músico en cuestión. Así desfilan grandes como el mismísimo Giorgio Armani, Valentino y Dolce & Gabanna entre otros.
Por lo general, los anfitriones de todas las ediciones del Fashion Rocks son íconos fashion. Jeremy Irons, Samuel Jackson y Uma Thurman fueron algunos de los que oficiaron el exclusivo evento patrocinado por la casa de cristales Swarovski.
Dejando de lado la supuesta obra benéfica (?), el Fashion Rocks es una invitación al maravilloso mundo de la moda, donde las modelos desfilan en lugar de bailar. Donde el único brillo posible no proviene de siliconas aceitadas sino de los cristales incrustados en las sedas, como estrellas, en una noche perfecta.




Fashion Rocks for The Prince's Trust, desde el Royal Albert Hall, London se emite el miércoles 21 de mayo a las 0.10. Repite sábado 24 a las 14.30 y jueves 29 a las 0.20 por TNT.

13 mayo, 2008

Los hermanos sean unidos


"No tenemos dónde ir, somos como un área desvastada.
Carreteras sin sentido, religiones sin motivo.
¿Cómo podremos sobrevivir?"
(Prófugos, Soda Stereo)


Michael Scofield debe haber leído el Martín Fierro. Habrá memorizado hasta el cansancio la enseñanza gauchesca que pregona la unidad de los hermanos como ley primera, y no contento con esto no paró hasta encontrar la manera de hacer carne la idea de José Hernández, arriesgando su vida en cada intento, perpetuando con tatuajes su cuerpito gentil. Cualquier cosa es válida con tal de ayudar a su hermano: el machote y rústico Lincoln, acusado y condenado a muerte por un asesinato que no cometió. Lincoln (Dominic Purcell) no es más que el chivo expiatorio de una conspiración que involucra a las más altas esferas del gobierno de la que es partícipe "La Compañía", un grupo con intereses financieros y políticos que está dispuesto a todo con tal de eliminar del planeta a los hermanitos Scofield.
Prison Break inicia con los contados días de Lincoln en Fox River, una cárcel de máxima seguridad en las afueras de Chicago y el masterplan de su hermano, el bello Michael Scofield (Wentworth Miller), al que no le tiembla el pulso y simula un asalto bancario para ser enviado a la misma prisión.
La diferencia con cualquier película o serie del ámbito carcelario es que Michael está lejos de cumplir con el prototipo tumbero: es lo más parecido a un modelo Calvin Klein en un universo repleto de mafiosos, asesinos, violadores y todo tipo de lacra que fue a parar a la gótica fortaleza penitenciaria.
De aspecto prolijo y limpio Michael es buen amigo y mejor hermano pero, por sobre todas las cosas, es ingeniero civil y el estudio en el que trabajaba, porque alguna vez tuvo una vida más ordenada, tuvo a cargo la remodelación de la cárcel.
Un asalto estratégicamente planeado, un falso apellido, sus conocimientos en la disciplina en cuestión y el dolor de llevar tatuado en el cuerpo los planos de la cárcel camuflados entre figuras de ángeles y demonios es lo que deberá sacarlos del infierno.

Cada capítulo de Prison Break aportará datos para resolver el caso y empezar a desgranar el plan perfecto que se desarrolla en un clima tan denso que nada tiene que envidiarle a Misión Imposible.
Vale aclarar que las buenas actuaciones no recaen justamente en los sufridos hermanos, más bien, los personajes secundarios son los que se sacan chispas y compiten para ver quién es el más malo, el más sanguinario o quien de todos los involucrados en la fuga es el que merece mayor redención. Porque ese es sólo uno de los tantos problemas que deberá enfrentar Michael: no pueden irse solos y como consecuencia deberá aliarse con reclusos repudiables pero indispensables para materializar el escape. Mención aparte merece Theodoro Bagwell (Robert Knepper), más conocido como T-Bag. Así como el cine nos muestra ladrones de guante blanco, adorables y carismáticos (el caso de George Clooney como Dany Ocean en la trilogía de La gran estafa) T-Bag es el fugitivo más comprador, el villano más perverso que se convertirá en la peor pesadilla para Michael y los suyos y quien se llevará gran parte del protagonismo en la 2da. temporada, por encima de los hermanos carilindos.
Siguiendo el postulado aquel de "segundas partes nunca fueron buenas", Prison Break no es la excepción. Pierde la emoción original aunque nuevos condimientos pugnen por salir a la luz; un botín sustancioso por el que perderán la cabeza, guardiacárceles caricaturescos, muertes, rescates, romance y nuevos personajes como el agente del FBI, Alexander Mahone, que resulta insufrible pero nos conquista en esta 3ra. temporada que culmina el próximo martes 20.
Estéticamente la imagen de Prison Break cambió. Se volvió sepia, sucia y Michael acompaña el cambio. Ya no es aquel chico limpito y prolijo. Emocionalmente también se permite el desborde aunque sin abandonar del todo su pensamiento analítico.
Muchas cosas pasaron en el camino y ahora Lincoln tendrá la posibilidad de pagar tanta incondicionalidad y lealtad que su hermano le brindó durante estos 2 años. Distintos motivos lo llevaron a Sona, un recinto en Panamá que nada tiene que ver con Fox River. Un lugar más parecido a un circo romano donde deberá afrontar nuevos peligros y donde los enemigos se vuelven amigos. Por conveniencia, claro.
Por todo lo sucedido hasta el momento Prison Break no puede terminar bien. Todo está preparado para que algo trágico suceda en cualquier momento. Hasta suena ilógico y simplista un final feliz: la tienda de buceo que los hermanos soñaban montar en tierras panameñas.
Prison Break es de esas series "pochocleras". Pura diversión, puro ingenio. Su relato pertenece a ese universo de historias cargadas de peripecias, con personajes con tantos rasgos positivos como negativos y donde los caminos se mezclan y muchas veces se hace difícil discernir entre el bien y el mal.
En definitiva, una versión de la vida misma.

Final de Temporada: Martes 20, a las 22 por FX.

29 abril, 2008

Malena

Le gusto.
Así con la nariz goteando, los ojos llorosos, en camisón, con bikini, maquillada o a cara lavada. No me juzga, no pregunta. Me acepta. Me quiere a su manera. Prende el motor y no da tregua. Ronronea, gorgojea, maúlla, reclama en su idioma, exige caricias y se duerme. Mucho. Seguido y de un tirón. Todojunto. Ya no juega tanto. Me olvido que es adulta. Digo adulta, no es lo mismo que decir vieja. Para eso falta. En su más tierna edad se escapó, cazó palomas, se cayó de balcones, tuvo intentos suicidas. Vivió, probó, le gustó y se aburguesó. Ahora duerme al sol, come atún, mira Los Sopranos y sacó panza. Esas panzas sin culpas ni remordimientos. La exhibe relajada, orgullosa.
Malena llegó desde Boedo. Maltrecha y herida, como corresponde. Sino no es un tango. Intentó ganarse el cariño de Violeta, la única mascota del lugar hasta aquel momento. No lo logró. Sin embargo cuidó de ella hasta en sus últimas horas. Cuando todo es angustia. Cuando uno maldice tener animales.
Es fotogénica sin photoshop. Lleva dignamente su edad, sufrió operaciones y soportó como dama inglesa a Mireya, la otra arrabalera que resultó una excelente compañera, la misma que la mantiene a trote, producto de corridas y travesuras impensadas a su edad.
Seis kilos de ternura, de amor desinteresado. Malena es eso y es más. Y nos gustamos. Tanto. Cada vez más.
Feliz día.

15 abril, 2008

Las olas y el viento

El cambio de estación obliga a reemplazar ojotas por botas, musculosas por camisetas. La nariz gotea y los labios se resecan. Los hábitos alimentarios también se alteran. Por cuestiones energéticas el organismo nos pide un suculento plato caliente en lugar del triste e insípido combo de ensalada y yogur o acaso, el frío es la excusa ideal para volver a comer un guiso y sus derivados. Pero entre tanta sopita artificial y tecitos calientes la receta para campear el fresco en la ciudad tiene nombre y apellido: Jack Johnson. El músico hawaiano no necesita gritar para predicar como mantra su filosofía de vida ni tampoco le hace falta una gran banda. Despojado de grandes artificios Jack celebra la sencillez. Sus canciones cuentan (entre otras cosas) las bondades de perder el tiempo, mirar las nubes, quedarse remoloneando y comer panqueques con su chica, pero también su popularidad le permite encender una luz sobre otros temas que le interesan y practica. Vocero de una organización ambientalista en su lugar de origen, Johnson dona buena parte de sus ganancias a proyectos y causas medioambientales, utiliza vehículos que sólo funcionan con diesel biodegradable y aunque el dato es harto conocido, vale recordar que su último trabajo discográfico fue grabado de forma analógica, sin postproducción digital, en su estudio ecológico alimentado por energía solar.
El ex surfista profesional, retirado de la competición desde hace unos años por una lesión, encontró la fórmula de la belleza donde muchos cayeron en el clishé del surfer de alto grado de exposición rodeado de chicas lindas. Jack no alardea con su tabla de surf. Ni lo necesita. Conoció a su mujer en la Universidad, estudió cine, se casó y tiene un par de retoños a los que compuso bellas canciones como Angel y Go on.
Lo atractivo en él es una cuestión de actitud, su visión de un mundo tibio y soleado no parece impostada ni negadora. Es un tipo auténtico que con su guitarra al cuello crea situaciones idílicas constantes y saludables. Johnson es pura vida, buena vibra. Sus canciones son luminosas y alegran un día nefasto, aunque la nariz gotee y nos salga humito de la boca.

Sleep through the static es el último trabajo de Jack Johnson.