21 febrero, 2008

El petróleo es mío mío mío

La ambición embriaga más que la gloria.
Marcel Proust.

Petróleo Sangriento.

Gente bien


"No podría soportar la vida en un mundo absolutamente Labanda."
Jordi Labanda



Hagan la prueba: intenten mantener una sonrisa de Miss Universo durante un lapso de tiempo prolongado. Empezarán a notar que los músculos de la cara tiran, se resienten y lo que antes parecía natural, ya no lo es. Para colmo de males, en el esfuerzo habremos contribuido a acentuar nuestras líneas de expresión y con ello al envejecimiento prematuro facial. Afortunadamente el botox hace maravillas. El pilates también contribuye a estar siempre divinas y la gold card, con el perfil del soldado romano (signo de distinción y pertenencia desde todos los tiempos) encandila la vista y es capaz de curar todos los males. Estos caprichos no son propiamente femeninos. En el mundo Labanda ellos también aman el diseño y les encanta estar a la moda, pero están lejos del estereotipo metrosexual. Generalmente provienen del mundo publicitario, les fascina practicar deportes extremos mientras ellas toman el té con sus amigas en Barrio Norte. Éste es un ejemplo de lo que podría ser el Labanda way of life. Un mundo poblado de seres elegantes, sofisticados, consumistas rabiosos encerrados en la burbuja del buen vivir.
Jordi Labanda, nacido en Uruguay y residente desde los tres años en Barcelona, es el creador de estos personajes, casi todos jóvenes sibaritas y al menos desde la superficie, ajenos a la idea de fracaso.


Jordi fue tocado con la varita mágica. Estudió diseño industrial y al poco tiempo montó con unos amigos un pequeño estudio de diseño gráfico. Un día se vio rodeado de revistas y la vocación llamó a su puerta. Quería ser ilustrador y dejar inmortalizado en su trazo esa fascinación por la estética de los años 50 y 60 que siempre había visto en las películas americanas. Durante un mes se encerró a trabajar y cuando logró juntar una cantidad considerable de bocetos fue con su carpeta bajo el brazo a pedir trabajo a las revistas Woman y La Vanguardia.
A partir de allí todo funcionó con la precisión de un reloj suizo. Empezó a ilustrar libretas, lapiceras y remeras hasta llegar al mundo de la publicidad, las ilustraciones en revistas y el humor. Con semejante éxito no tardó en desembarcar en Nueva York con la misma fórmula. El New York Times lo adoró y comenzó a publicar semanalmente sus dibujos. Hoy sus éxitos se prolongan en su propia boutique, en Barcelona. En 2003 lanzó su primer libro Hey day, una recopilación de distintos trabajos y una prueba de su estilo que se convirtió en marca. En 2005 Jordi expuso sus dibujos por primera vez en Buenos Aires y lo hizo en el Malba, un lugar acorde a su arte.
Se puede pensar que para llevar un estilo de vida Labanda es necesario tener mucho dinero y lucir la gold card, pero justamente lo que el creador intenta demostrar irónicamente es la posibilidad de escaparnos de ese mundo de sonrisas desangeladas y poblado de fashion victims. Todos somos capaces de vivir situaciones Labanda. Pueden suceder en cualquier ámbito. Las situaciones Labanda tienen más que ver con el espíritu de la gente que nos rodea que con los lugares en sí. Cada vez que vemos una película que nos emociona seremos chicos y chicas Labanda, compartiendo una rica comida o manteniendo una buena charla con un amigo. En resumen, cada vez que tengamos posiblidades de compartir las verdaderas cosas bellas de la vida.

19 febrero, 2008

El extraño mundo de Francis

"Un plato puede combinar perfectamente sabores, texturas y aromas pero, el grado de magnificencia y placer que produzca puede variar tremendamente de acuerdo a la creatividad, alegría y energía que se le ponga"


Francis Mallman


En invierno llega al refugio en jet ski. Hunde sus botas carísimas en el colchón de nieve de la Patagonia y por fin a la cocina. Simple pero acogedora. Todo es de una rusticidad exagerada. Acá no hay utensilios de precisión y el microondas es sinónimo de mala palabra. Pero aunque Francis cocine un guiso de lentejas, se rodee de la simplicidad más absoluta y se esfuerce por parecer popular, jamás lo será. No con esas botas a lo Ted Turner, fumándose un puro y demostrando su habilidad en el jet ski.


En el verano monta su tienda de campaña, ambulante y pro, en tierras uruguayas. El pequeño paraíso se llama Garzón, un pueblo fantasma (no muy lejos de José Ignacio) de sólo 200 habitantes en el que hace 3 años decidió apostar. Recicló una casona del lugar y la transformó en un hotel boutique de 5 habitaciones y un restaurant para 50 privilegiados comensales. No contento con esto, inauguró una casa de té y compró el antiguo molino del pueblo para habilitarlo como centro cultural. Seguramente, en unos años, Garzón se volverá un infierno y el valor de tranquilidad de pueblo agreste desaparecerá. Para ese entonces Francis, de espíritu nómade, ya no estará allí pero habrá dejado su huella visionaria y nos sorprenderá desde algún lugar remoto y perdido.


Ganador del Grand Prix de l' Art de la Science de la Cuisine entregado por la Academia Internacional de Gastronomía de París en 1996, cocinero y dueño de Patagonia Sur en Buenos Aires, 1884 en Mendoza, La Cocina en Bariloche y Garzón en Uruguay el señor Mallmann prefiere, al menos en esta etapa de su vida y para las cámaras, una cocina clásica y sin ánimos minimalistas. No comulga con esas cocinas inmaculadas en las que uno puede reflejarse en acero inoxidable. Se limpia las manos en los jeans, debidamente gastados, ahuyenta a las mosquitas con un repasador, juega a hacerse el gauchou mientras cocina tortas fritas con grasa refinada y se despide con sus "manitas enmantecadas" (sic), degustando un riquísimo y aromático tannat uruguayo.


Ser espectador de los programas de Francis Mallmann (Los Fuegos en invierno o Desde Garzón en verano) es asistir a un convite por demás exótico. Si esa fue la intención original de la gente del canal del buen vivir, los programas superan con creces el objetivo, pero también es obligatorio decir que alcanzan un pretencioso vuelo poético en el momento cúlmine. Mallmann, ya lejos de los fuegos, se sienta a fumar o a beber mientras escribe y recita poesía. Es un momento imperdible escucharlo hablar de los indios Onas, como si realmente importara luego de la pascualina que acaba de cocinar.


El extraño mundo de Francis Mallmann es tan for export y, sin embargo, tan tentador que con todas estas contradicciones yo sí me sentaría a su mesa.


Desde Garzón con Francis Mallmann recibió el premio Cuisine & Vins al programa del año. Se emite lunes y viernes a las 22.30 por el canal Gourmet.




14 febrero, 2008

A sangrar mi amor

Hay hombres que dan bien de maridos. Hay tíos, primos, padres y abuelos perfectos. Con otros sólo podríamos ser buenos amigos pero también existen aquellos hombres con los que caeríamos en la tentación. Por y con ellos seríamos capaces de vivir un romance fogoso y apasionado. Pero a no engañarse, son los mismos que sólo pueden ser buenos por una noche. Continuar con esa historia sería un error. Correríamos serios riesgos de enamorarnos perdidamente. Con esta clase de hombre hablaríamos hasta el cansancio y beberíamos margaritas. Seguramente él tocaría la guitarra y más tarde terminaríamos entre sus sábanas pero, el problema es que esta especie huye de cualquier tipo de compromiso. Nacieron para ser libres y tener un amor en cada puerto. En el imaginario femenino Johnny Depp encaja en este modelo. Johnny tiene que ser un excelente amante. Su cara lo dice. Nunca podrá ser amigo, hermano, primo, tío ni cualquier otro parentesco que se nos ocurra. Johnny no es mi favorito ni mi debilidad pero es imposible no mirarlo. Las cámaras lo adoran y él se deja adorar como Willy Wonka, el Capitán Sparrow, Manos de Tijera, Ed Wood y ahora como barbero diabólico y sanguinario.


El universo burtoniano vuelve con la sangrienta y triste historia de Sweeney Todd.


Johnny cantará y nos conquistará una vez más, aún sin la guitarra y el margarita. Podemos hacer la excepción. Con Johnny en la pantalla y nuestra imaginación sin límites, alcanza para enamorarnos.






05 febrero, 2008

Listas

Las hacemos todo el tiempo sin darnos cuenta. A veces son sofisticadas, otras son clásicas y por eso mismo nunca pasan de moda. Son mis favoritas. Tienen algo rústico, con el tiempo se vuelven amarillentas, las letras se aclaran pero las ideas persisten.
Hace unos días estoy pensando en las listas. ¿Para qué sirven? ¿Por qué hacerlas? ¿Cuánto hay de capricho y cuánto de necesidad en la tarea de hacer una lista? ¿Mezcla de ansiedad? ¿Deseos? ¿Es terapéutico hacer una lista o puede provocar el efecto contrario? ¿No genera un grado mayor de presión de acuerdo a lo que decidamos volcar en ella? ¿Ayuda o agobia? Tomemos un ejemplo básico: la lista del supermercado. Hacer este tipo de lista es lo más parecido a un inventario. Uno repasa alacenas y demás ambientes de su casa y anota qué y cuánto comprar. El problema es que la lista del super es de todas las listas posibles la que impone menor respeto. El almacén del chino de la vuelta de casa nos saca de apuros, pero el super nos envuelve, nos distrae y marea. Nos hace perder más tiempo del planeado porque las cosas como por arte de magia no suelen estar siempre en el mismo lugar. Los supermercados, con su abanico de opciones, harán que nuestra magra lista ocupe un segundo plano y más de una vez terminaremos llevando algo totalmente inútil e innecesario en lugar del detergente que necesitábamos. Ni hablar si tenemos cerca el supermercado del elefantito. En una época, se podía conseguir allí diseños limitados de Trosman después de seleccionar las frutas y verduras.

Las listas de regalos (navidad, fiestas, cumpleaños) merecen un capítulo aparte. Hace unos años aprendí a valorarlas y resultan de gran utilidad. Hay que tomarse el trabajito de ser constante y voluntarioso y agendar qué cosa se le regaló a quién y en qué ocasión. Es una especie de registro que sirve para no quedar mal con nadie. Gracias a este ayuda-memoria podrán decir de nosotros cualquier cosa, menos que somos monotemáticos.

Hace unas semanas decidí enlistar mis libros y películas. A los cinco minutos ya me había arrepentido y no veía un final. Al menos, en el corto plazo. Pasada la crisis pude terminar y cuando ocurrió me senté a disfrutar, orgullosa frente a mi pequeño gran tesoro. Ya lo dijo el Nano, son aquellas pequeñas cosas que cada tanto dan ganas de escribirlas para poder verlas, sentirlas, olerlas y cuando nos queremos dar cuenta son listas de grandes momentos, de proyectos. Son nuestros greatest hits.

En unas semanas empieza la cuarta temporada de Lost y aunque auguro emoción al por mayor se que nunca más habrá un capítulo como aquel lacrimógeno Greatest hits, mi capítulo favorito. Greatest Hits tiene que ver con una lista, con los cinco momentos de grandes éxitos en la vida del finado Charlie. Los que se alegra haber vivido, los que decide recordar en sus últimas horas en la isla.

El recurso de las listas es inagotable y al mismo tiempo hay algo esperanzador y oculto en ellas; los novios y su lista de casamiento, la carta de vinos de un lugar, la lista de libros que quedan por leer...

Uno de los más famosos finales cinematográficos tiene que ver con una lista. En Manhattan, Woody Allen enumera las cosas por las que vale la pena vivir: las peras de Cézanne, Frank Sinatra, Groucho Marx y el rostro de Tracy, entre otras.

Necesidad o capricho las listas sirven y mucho. A Woody Allen le sirvió para salir corriendo en busca de Tracy, y a nosotros para enlistarlo como un gran final.