18 enero, 2008

Doctor Encanto

Fui a ver Cenicienta a los 3 meses de edad. Mejor dicho, mi madre quiso ir a ver Cenicienta. Cuando se apagaron las luces en el cine Los Ángeles, meca por esos años en películas infantiles, pasó lo que tenía que pasar: me puse a llorar y antes del escándalo abandonamos la sala.
A la semana volvimos pero la escena no cambió demasiado. Las luces se apagaban, aparecía el castillo de Disney y yo rompía en llanto. Finalmente cuando cumplí un año pude ver Cenicienta sin molestar a nadie.
Después de muchos años entendí que el peregrinaje hasta Corrientes y Callao posiblemente tuvo que ver con una suma de factores: perderle el miedo a la oscuridad es una posibilidad, inculcarme el amor por el cine es otra pero la más fuerte y que se hizo carne en mi fue cierta adicción por ver cuentos de hadas.
Encantada, la historia de Giselle tiene todo lo que tiene que tener un cuento de hadas: una chica soñadora, amiga de las ardillas y hasta de las cucarachas, un príncipe vanidoso y tonto, una reina malísima, un lacayo torpe, manzanas envenenadas, un zapatito que calza justo y un verdadero candidato como el Doctor Encanto: Patrick Dempsey. Pasaron muchos años hasta que descubrí a Patrick Dempsey haciendo de neurocirujano en la serie Grey's Anatomy, y como las chicas tenemos esa estúpida femenina y universal costumbre de apodar a los hombres que nos gustan, sin importar su nombre ficticio o real, él será para las residentes de Grey's Anatomy y para el resto del planeta el Dr. Encanto. Pero volvamos a Encantada o Enchanted.
Claramente es un cuento de hadas pero también una sátira a todas las películas de princesas, sin el grotesco de Shrek. Una mezcla de La Bella Durmiente, La Sirenita, Cenicienta y Blancanieves. Giselle vive en una casita que podría ser del mismo municipio que Blancanieves. Limpia con alegría exagerada y entona con los animales del bosque la canción del "beso de amor verdadero" La reina, tratando de evitar el casamiento, decide mandar a la bella jovencita de paseo a las alcantarillas de la gran manzana y así Giselle deviene princesa de carne y hueso en pleno Manhattan y seguirá viviendo mentalmente como en su casita, en el medio del bosque.

Rápidamente Giselle se hará amiga de Robert, el Dr. Encanto, que en un principio se mostrará desconfiado y totalmente escéptico de los cuentos de hadas y de todo los que en ellos existen: ardillas que hablan, príncipes y reinas malvadas pero dejará su cordura a un lado, caerá en el cliché del vals y el beso antes de las doce campanadas.
Ver Encantada es volver a ser niña y soñar que es posible, aunque más no sea en pantalla grande, la famosa frase "y vivieron felices para siempre". Por cierto, una tarea nada fácil.

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