18 julio, 2017

La pisadita

Hace unos días, la mejor vecinita del barrio me pasó este texto que encontró archivado por ahí.
Me pareció un buen preludio para esta semana del amigo.


Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningún equipo se reúnen para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quiénes integrarán los dos bandos. Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige alternadamente a sus futuros compañeros. Se supone que los más diestros serán elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos.
Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances. El hombre que está esperando ser elegido vive una situación que rara vez se da en la vida. Sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan.
Sin eufemismo, conocerá su verdadera posición en el grupo. A lo largo de los años, muchos futbolistas advertirán su decadencia, conforme su elección sea cada vez más demorada.
Mi amigo Manuel que casi siempre oficiaba de elector, observó que sus decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles. En un principio se creyó poseedor de vaya a saber qué sutilezas de orden técnico, que le hacían preferir compañeros que reunían ciertas cualidades.
Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos más queridos. Por eso elegía a los que estaban más cerca de su corazón, aunque no fueran tan hábiles.
El criterio de Manuel parece apenas sentimental, pero es también estratégico. Uno juega mucho mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán.
Un equipo de personas que se respetan y se quieren es invencible.
Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.

(Párrafo extraído de "Crónicas del ángel gris", Alejandro Dolina)


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