06 octubre, 2009

La educación sentimental

Hay días en que una mujer necesita comprarse un par de zapatos o saltearse la dieta y comer un chocolate sin culpa. Son necesidades casi espirituales, vitales para nuestro ánimo. A veces ni el chocolate ni los stilettos nuevos alcanzan. Esos días se necesita ver una de amor. Si además nos hace llorar, mejor. Vale aclarar que no entra en esta categoría lacrimógena la típica historia de chica/chico que padece una enfermedad terminal. En esta oportunidad hablo en defensa de la comedia romántica norteamericana. No es necesario sufrir como en un tango para buscar refugio en una made in Hollywood. Una puede estar muy feliz con su pololo y desear, sentir y NECESITAR ver una de amor.
¿Por qué será que ese gigantesco clishé rosa rosa nos pone la piel de gallina? Una cosa es segura: cuando nos queremos dar cuenta ya es tarde. Sentimos ese ridículo nudo en la garganta y a continuación manoteamos las carilinas de la cartera. The End. Los violines y a llorar, como corresponde. Así de cursi como suena.

La clave de estas películas es que son un respiro, el espectador no tiene que poner mucho de su parte. No se piensan, se sienten. Las historias de citas, parejas y finales felices son sabidos de antemano. Los obstáculos que demoren el encuentro amoroso se vuelven soportables porque sabemos lo que vendrá. Por eso nos regodeamos cada vez que vemos a Meg Ryan corriendo la noche de San Valentín, en Sintonía de amor, para llegar a tiempo a la terraza del Empire State y así concretar la promesa incumplida de Cary Grant y Deborah Kerr en Algo para Recordar. Sólo en estos cuentos de hadas aggiornados Cameron Diaz puede darse el lujo de dudar en abandonar ese pueblito inglés, y por sobre todas las cosas, dejar ahí un candidato como Jude Law y sus dos hijitas encantadoras en El descanso.
Por suerte la buena de Cameron lo piensa mejor. Jude deja de llorar (por una vez en la vida) y todos contentos.

No puede negarse que Jude Law y la blonda Cameron no hagan linda pareja, pero en una comedia romántica ni siquiera importa qué tan bellos sean los protagonistas. No pretendemos el galán rudo a lo Clark Gable o con hoyuelo en la barbilla como Cary Grant. Tampoco el exhibicionista con el toallón en la cintura y el mechón goteando agua. La comedia romántica no se hizo para eso. La cuestión no está puesta en un cuerpo torneado o en una boca carnosa. Cuanto más simple, mejor. La simpleza es bienvenida porque nos remite a lo natural. Por eso apreciamos la pancita de Hugh Grant en Notting Hill o el toque rústico, pero no por eso menos romántico, de Nicolas Cage en Hechizo de luna. Juegan a ser gente del montón, aunque no lo son. Ni lo serán.
Sabemos que nada más lejos del realismo que la comedia romántica, pero por un par de horas queremos ver nada más que a un par de tipos queribles, que se quieran, nos hagan llorar un poco y salir del cine agradecidas, convencidas que todo está en orden y que la vida es bella.
Una de las grandes virtudes del cine es mostrarnos algo de nosotros mismos. Los personajes de las películas se enamoran como nosotros, sienten celos, odio y pasión, pero parecen mucho más inspirados al momento de hallar la frase apropiada.

A continuación, un par de muestras.







Don't cry, shopgirl

La secuencia en la que Tom Hanks bordea el Central Park, llama a su golden retriver, hace ese gesto con las manos de "y sí, soy yo" y la mira destrabo el nudo en la garganta y lloro. Todo es perfecto. Las flores, el vestidito de Shopgirl, el perro, Over the rainbow. Él se acerca, saca su pañuelo y seca las lágrimas de la cándida Meg Ryan, la mira enternecido y la llama por su "nick". Don't cry, shopgirl dice. No es una gran frase pero me hace llorar. Y aunque sepa los diálogos de memoria no me importa. Me encanta siempre y cada vez es como la primera. Me rio, lloro, me enternece y soy feliz.



Hechizo de luna es una película olvidable, más aún teniendo en cuenta que los protagonistas principales hayan sido Cher y Nicolas Cage. Sin embargo, en esta escena, Loretta y Ronny vuelven de la Ópera. Acaban de ver La Bohème. A Loretta le quedan pocos días de soltería, está a punto de casarse con Johnny. Pero cuando conoce a Ronny, su hermano menor, las cosas cambian. Hace frío, se están congelando en la vereda y tienen esta charla:

Loretta:

Teníamos un trato. Dijiste que si iba a la ópera contigo me dejarías en paz. Y yo fui contigo. Voy a casarme con tu hermano y me dejarás en paz para siempre, ¿correcto? Una persona puede ver en qué se equivoca y puede cambiar su forma de ser. Hasta puede cambiar su suerte. Entonces quizás mi naturaleza me lleve hacia ti. Eso no quiere decir que deba seguirla. Puedo controlarme y aceptar cosas, rechazar otras que lo arruinarían todo. Puedo hacer eso, de lo contrario, dime ¿de qué me sirve esta vida que Dios nos dio? Digo, ¿para qué? ¿Me estás escuchando?

Ronny:

En este momento siento que nada me importa, te quiero en mi cama. No me importa irme al infierno por ello ni que tu vayas al infierno por ello. El pasado y el futuro me parecen una broma. Veo que no son nada. Veo que no están aquí. Lo único que hay aquí somos tu y yo.

Loretta:

Quiero irme a casa. Me iré a casa. Me estoy congelando.

Ronny:

¡No! Sube. No me importa el motivo. Loretta, te amo. No con el amor que te explicaron a ti. Esto tampoco lo sabía. Pero el amor lo arruina todo, te rompe el corazón. Crea problemas. No estamos aquí para hacer que las cosas sean perfectas. Las estrellas son perfectas. Nosotros no. Estamos aquí para arruinarnos y para rompernos el corazón y...para amar a la gente equivocada y para morir! Quiero decir que los cuentos de hadas son mentira! Ahora ¿vienes arriba conmigo y te metes en mi cama?

La comedia romántica es un drama (perder o no al amor de tu vida) pero en plan ligero y es también una de suspenso (¿lo lograrán? ¿terminarán juntos?). Sabemos que las cosas se resuelven y quizás eso hace que el género funcione. Como sea, la clásica receta de Hollywood chico-conoce-chica, la pierde, la recupera y happy end nunca pasará de moda. Y aunque los estereotipos de la pareja cambien, la canción siempre es la misma.

Por eso dejemos la dieta a un lado, compremos un par de zapatos y miremos una de chicas. Gracias a la magia de MGM podemos seguir gastando carilinas para siempre. Asi que seamos felices y comamos perdices.

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