27 julio, 2013

Cosas que te pasan si estás vivo



Esta semana tenía muchas ganas de ir a escuchar a Liniers a una conocida librería de la Av. Santa Fe, pero el caos de tránsito y la muchedumbre me dejaron afuera...pero en mi fracaso no tenía contemplada una sorpresa llamada Blondie, una labradora de pocos años de edad.
Llegué a la mesa de novedades literarias y Blondie, unos metros detrás, se desvivía por ingresar a la librería. El límite lo marcaba la alfombra azul. Cuando sus patas delanteras se jugaron por pasar ese límite el encargado de seguridad bloqueó el paso perruno y yo me interpuse entre los dos. Cuando me acerqué grande fue mi sorpresa cuando vi que Blondie tenía un collar y una chapita identificatoria con sus teléfonos. Sin embargo, saber que Blondie le pertenecía a alguien no me dejaba tranquila. Porque ese alguien había ingresado a la librería, eso era evidente, capaz había ido a escuchar a Liniers y se le había ocurrido la loca y cruel idea de dejar a su cachorro suelto en plena Av. Santa Fe, o a lo mejor estaba tomando un café en el fondo de la librería. Inmediatamente me mimeticé con la cara de desesperación de la labradora. La incertidumbre no permitía que prestara atención a nada ni a nadie a mi alrededor...hasta que llegó el vecinito y se sumó a esta locura llamada: "buscando al dueño de Blondie".

Llegado este punto del relato pueden pensar que somos dos locos (a lo mejor lo pensaron antes también) y puede que tengan razón, pero aquel miércoles no había libro capaz de despejar la misión de encontrar al responsable de la desesperación de Blondie.
Seguridad dijo sin mucho interés que el dueño estaba dentro, con una correa en la mano. Prácticamente ya teníamos entre manos material para un episodio de CSI. Quizá no viéramos a Liniers pero sí íbamos a encontrar al culpable.
Finalmente el culpable tenía cara de mujer. Despreocupada y simulando elegancia gatuna a su paso, un hombre la seguía cual perro faldero. Blondie ya no estaba desesperada de angustia, sino de alegría. Su dueña, preocupada sólo en su imagen y en su novio, no registraba al animal que se desvivía a su paso. En su burbuja de cristal nunca imaginó que hay personas como nosotros capaces de llamar al teléfono que Blondie llevaba colgado al cuello y cuando nos encontramos cara a cara con esos "irresponsables" contestaran con desdén y desprecio "bueh, pobre perro". Sí, tenés razón...¡pobre perro de tener una dueña como vos! (Cito textual del vecinito).

Como dice el tango: loca ella y loco yo...
La vecinita encontró la horma de su zapato hasta en estas pequeñas cosas. Nos fuimos de Barrio Norte sin haber visto al responsable de las "cosas que te pasan si estás vivo", pero nosotros, defendiendo a Blondie, también nos sentimos igual de vivos que los dibujos de Liniers.

Moraleja: Sean responsables. Si deciden tener una mascota, háganlo de manera amorosa y responsable. 

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