19 julio, 2014

El fin del bajón del domingo


"Tu plato parece de Halloween. Da miedo"
(Germán Martitegui, chef Masterchef Argentina)


Si tu serie favorita terminó, si los resultados de los partidos del domingo te resultan indiferentes y si preferís terminar el fin de semana con una sonrisa y pasar por alto cualquier programa de análisis político, Masterchef es tu programa, y también es una comunidad que debate e intercambia críticas y opiniones en redes sociales sobre los eliminados, los favoritos y las pruebas a las que se somete a los aspirantes a convertirse en jefes de cocina. 

Telefé no descubrió la pólvora, sólo compró un formato exitoso en todo el mundo. Hay emisiones de Masterchef y sus "derivados" en todo el mundo. Masterchef series, Masterchef The Proffesionals, Celebrity Masterchef y Junior Masterchef, entre otros. Nuestra versión criolla se llama "Masterchef Argentina". En términos gastronómicos (de eso se trata este post) es hora de pasar al plato fuerte: el programa.

¿Por qué nos gusta tanto Masterchef? Algunos dirán que es el retorno del "Gran Hermano" versión cocina, y algo de eso hay, pero si algo sobresale programa a programa son los desafíos. Cocinar con una heladera llena es fácil. Cocinar con un equipo ideal, también. Pero no siempre la suerte está de nuestro lado. La vida también puede juntarnos con gente insoportable y no siempre hay lenguado, cilantro y lima en la heladera para un ceviche. A veces nos tenemos que arreglar con un tomate, un par de zapallitos y una porción de queso que quedó en la heladera. Con o sin cilantro, con mucho o poco en nuestra cocina, de nosotros dependerá emocionar (o espantar) a quien se siente en nuestra mesa. 
Algo de todo ésto pasa en Masterchef Argentina que pregona con la idea que un verdadero cocinero debe poder desenvolverse con los ingredientes que haya a mano, en cualquier ámbito (ya sea un comedor comunitario o un hotel 5 estrellas) y con el equipo de cocina que toque en suerte. 

Masterchef  está conformado por 16 participantes más o menos carismáticos, 3 cocineros reconocidos que actuan como jurado, 1 conductor asociado por siempre al reality que sólo puede relamerse a la distancia y 1 invitado itinerante por programa que se suma al jurado. Para seguir la onda gastronómica, intentaremos desmenuzar cada una de sus partes.

En todo reality hay un villano, un líder, alguien humilde, otro pudiente, la chica linda de turno, la simpática, el estratega, el chico de provincia y el de la ciudad que se las sabe todas. Masterchef supo tener a cada uno de ellos en sus islas de cocina, y a su vez supo eliminarlos según la ocasión. Cuando fue necesario, se deshicieron de la chica linda de labios rojos porque lloraba mucho. Tampoco les tembló el pulso cuando tuvieron que despedir a aquella señora que podría haber sido la tía de cualquier miembro del jurado que quizá buscaba una segunda oportunidad en la vida.
Mientras escribo este post quedan 4 participantes en juego. El jurado decide quien se queda y quien se va. No hay línea 0610 para votar, sólo platos para probar. No sólo se tiene en cuenta la consigna del día, sino la presentación y las dificultades que los participantes debieron sortear en el camino hasta llegar al resultado final.

Entre los invitados pudimos ver a Dolli Irigoyen y su confesión para hacer una torta rogel perfecta. Lo mismo hizo la pastelera Pamela Villar, quien reveló el secreto para lograr que el chocolate caliente del volcán de chocolate fluya como lava. Por supuesto, Narda Lepes no se iba a perder la oportunidad de ningunear a los participantes y tuvo que callarse la boca cuando probó los niños envueltos de una de las participantes después de haberla mirado con desprecio.
El famoso chef del Hotel Alvear invitó al jurado y a todos los finalistas a probar sus delicias francesas y Ohno ayudó a más de uno con pescados y frutos de mar, y hasta el dueño mala onda y querible de la boulangerie de Parque Centenario desafió a los participantes a realizar preparaciones con chocolate.


El jurado merecería un post aparte. Donato deja de lado la simpatía habitual y sólo mantiene el "ragazzi" y el "allora" constante al que nos tiene acostumbrados. Ahora es un cocinero que trabaja de señor serio. Dejó de lado sus cofias coloridas, se viste con ropa muy ajustada made in Italy y usa una especie de collar de ahorque de perros.
El gran Christophe Krywonis ocupa físicamente el lugar central del jurado. Él está ahí para intimidar, para ser el más malo de todos los malos. Lo que no sabe es que es un gordo totalmente adorable. Seguramente debe ser un gran maestro y un tipo muy divertido.
Y por último, el siempre regio Germán Martitegui. El dueño de Tegui confesó en una revista gourmet que al principio le daba bastante vergüenza formar parte del grupo, pero asumió el riesgo y lo lleva con hidalguía y elegancia, fiel a su estilo. Lo cierto es que, a medida que el programa fue avanzando, los cocineros dan tips y consejos a quien quiera oír y confiesan entre ellos (y para nosotros) sus gustos, pecados y caprichos.
Por supuesto que no sólo se trata de ayudar, también de humillar. Y por favor, nadie se rasgue las vestiduras con ésto. Masterchef es un reality y todos lo sabemos. Habrá gente expuesta, gente que no tendrá problema en pisotear la cabeza y el plato de otro para llegar a la final. De eso se trata. Es como mirar una pelicula de acción de Bruce Willis y discutir por qué el héroe logra matar a miles en un minuto y salir ileso del combate.
Si van a verlo de esta manera o si van a decir que el programa está guionado (algo que todos ya sabemos de memoria) pierde el sentido.
Hay que sacarse los prejuicios de encima, disfrutar el momento sin tanto análisis. Hay cosas en la vida que están hechas para eso.
No se olviden que al fin de cuentas, Masterchef es una pochoclera. No una iraní.
Un buen divertimento para un domingo a la noche y para olvidarnos que al día siguiente...es lunes.


Masterchef está todos los domingos a las 22.15 por Telefé.  

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