18 septiembre, 2012

Bienvenidos a la jungla


"Los árboles tienen una vida secreta que sólo les es dado conocer a los que se trepan a ellos."
Reinaldo Arenas

Abrir el balcón de casa, como dice la canción, es casi una experiencia religiosa. No tenemos ninguna fuente zen ni tenemos vista al lago Nahuel Huapi, pero la copa de los árboles que nos rodean y llegan a nuestro balcón fue una de las tantas cosas por las que decidimos con el vecinito vivir donde vivimos.
Pienso en paseos de la mano con los árboles como testigos. También en el reposo y la sombra que buscamos una tarde de sol bajo un árbol, pero hay otros que me superaron.

Implantado entre árboles de más de 20 metros de altura, el estudio Borrachia diseñó y finalizó el primero de una serie de edificios construidos íntegramente en madera que formarán parte de un emprendimiento de eco turismo ubicado en plena selva misionera.

Este edificio pertenece a una tipología de habitaciones-miradores que busca relacionar a los huéspedes con el entorno selvático típico de la zona. Sí, leyeron bien: huéspedes. La casa del árbol es un emprendimiento hotelero denominado Bio-Lodge Karadya promovido por una pareja de biólogos.

Este edificio denominado "La Torre" está constituido por un dormitorio que se ubica en el piso más alto, una galería que funciona como estar exterior y una azotea que hace las veces de mirador. Una de sus particulares características es que incorpora una serie de caladuras ubicadas sobre una de las fachadas con el fin de dar cobijo a distintas especies de aves y convertirse, literalmente en nidos. (si hacen zoom en la primera de las fotos se darán cuenta!)

Con la intención de un óptimo aprovechamiento de los recursos, entre otras cosas, fuentes de energía alternativa y aprovechamiento de agua de lluvia, el Biolodge espera abrir en 2013 y así alojar a todos aquellos que alguna vez soñamos dormir cerca de los pájaros.

Si quieren conocer más sobre este proyecto que me sorprendió pueden visitar la página:

http://www.karadya.com/

Aunque si me preguntan prefiero visitarlos, subir a la azotea y cantar aquella canción que decía:

Selvaaaaa
Ruido de animales salvajes
Junglaaaa

Y que los coatíes me vengan a buscar.


Fuente de la noticia:
http://arq.clarin.com/arquitectura/casa-arbol_0_772722989.html

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