18 agosto, 2008

El arte de envejecer con estilo

Todavía no lo conozco pero sé que será un compañero dulce y cariñoso. Lo llenaré de atenciones y mimos y lo llamaré Al Pacino. Sí, mi próximo perro merece un nombre de un gran hombre. No podrá ni querrá pasar desapercibido. Tendrá personalidad. Será macho, desbordará masculinidad a su paso. Sabrá como tratar a una dama, hará honor a su condición animal si es necesario y también será sinvergüenza, vanidoso y seductor. Con el paso del tiempo se convertirá en un bon vivant. Vivirá rodeado de comodidades, hembras y placeres hasta que le llegue la vejez y su principal preocupación sea mantener intacta su lucidez y tener una muerte digna.
Al gran Al Pacino se le perdonará todo porque es pura entrega. Cuando decida ponerse en movimiento lo hará con pasión sino no valdrá el esfuerzo.
Será clásico. Nunca pasará de moda. Será gracioso cuando la situación lo requiera y será malo pero no morderá.
Al Pacino es el hombre de las mil historias. Su cara no lo deja mentir. Es el macho con cara de perro que ha vivido bien. Intensamente. Que se casó con todas y con ninguna. Nació para eso. Y aunque tenga más achaques que pelos en la cabeza, aunque a veces se sienta acorralado y a duras penas logre salir ileso de una situación peligrosa, no pierde nunca la elegancia. Y él de eso tiene y mucho. Por eso siempre tendrá un plato de comida y un lugar asegurado en nuestra cama. Porque cuando sonríe y hasta cuando se enfurece es imposible no quererlo.
Y aunque el tiempo pase y nos pongamos viejos, Al Pacino lo hará con estilo y elegancia. Como lo hace un varón sensible y rudo a la vez. Una combinación perfecta.

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