Pasó casi un año y goza de buena salud. Está radiante y lo mejor de todo: me quiere. No existe otra explicación. Percibe mi inexperiencia en todo lo vinculado a la jardinería y me acepta así, con fallas y olvidos. Sin rencores.
Hace unos días me sentí Julie Powell, la chica de Julie & Julia (película de Nora Ephron que adoré), bajando del subte con la plantita a cuestas. Y eso me llevó a escribir una vez más sobre Greta y su evolución.
Al llegar la ubiqué en un lindo lugar esperando que el vecinito notara su presencia. Mientras tanto le presenté a Frida, una planta que oficia de centro de mesa y que fue un regalo de una amiga del alma. Frida tiene tan buena energía que no para de crecer y sacar hojas nuevas. Va por buen camino, asi que junto con Greta hicieron buena yunta en ese rato.
El vecinito se maravilló con el crecimiento de Greta y esa noche no paró de admirarla. Finalmente le llegó el turno de la jardinería. Juntos recambiamos la tierra, la pusimos en una maceta tan linda como ella y la regamos.
Al día siguiente Greta volvería a su lugar habitual, pero por una noche volvimos a estar los tres juntos. Nos acordamos de aquel picnic en Escobar y el vivero donde después la descubrimos y de paso ensayamos esa frase que pronto nos estaremos repitiendo: los chicos crecen, aunque queramos que permanezcan chicos para siempre, crecen y se van...y hay que dejarlos.
Greta es un buen ensayo.
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