Marcel Proust.
Petróleo Sangriento.
Jordi fue tocado con la varita mágica. Estudió diseño industrial y al poco tiempo montó con unos amigos un pequeño estudio de diseño gráfico. Un día se vio rodeado de revistas y la vocación llamó a su puerta. Quería ser ilustrador y dejar inmortalizado en su trazo esa fascinación por la estética de los años 50 y 60 que siempre había visto en las películas americanas. Durante un mes se encerró a trabajar y cuando logró juntar una cantidad considerable de bocetos fue con su carpeta bajo el brazo a pedir trabajo a las revistas Woman y La Vanguardia.
"Un plato puede combinar perfectamente sabores, texturas y aromas pero, el grado de magnificencia y placer que produzca puede variar tremendamente de acuerdo a la creatividad, alegría y energía que se le ponga"
Hay hombres que dan bien de maridos. Hay tíos, primos, padres y abuelos perfectos. Con otros sólo podríamos ser buenos amigos pero también existen aquellos hombres con los que caeríamos en la tentación. Por y con ellos seríamos capaces de vivir un romance fogoso y apasionado. Pero a no engañarse, son los mismos que sólo pueden ser buenos por una noche. Continuar con esa historia sería un error. Correríamos serios riesgos de enamorarnos perdidamente. Con esta clase de hombre hablaríamos hasta el cansancio y beberíamos margaritas. Seguramente él tocaría la guitarra y más tarde terminaríamos entre sus sábanas pero, el problema es que esta especie huye de cualquier tipo de compromiso. Nacieron para ser libres y tener un amor en cada puerto. En el imaginario femenino Johnny Depp encaja en este modelo. Johnny tiene que ser un excelente amante. Su cara lo dice. Nunca podrá ser amigo, hermano, primo, tío ni cualquier otro parentesco que se nos ocurra. Johnny no es mi favorito ni mi debilidad pero es imposible no mirarlo. Las cámaras lo adoran y él se deja adorar como Willy Wonka, el Capitán Sparrow, Manos de Tijera, Ed Wood y ahora como barbero diabólico y sanguinario.
Las hacemos todo el tiempo sin darnos cuenta. A veces son sofisticadas, otras son clásicas y por eso mismo nunca pasan de moda. Son mis favoritas. Tienen algo rústico, con el tiempo se vuelven amarillentas, las letras se aclaran pero las ideas persisten.